Jueves, 25 de Abril 2024

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Tras la separación

Por: Vania de Dios

Tras la separación

Tras la separación

Los últimos años Laura y su esposo ya dormían en habitaciones separadas; en el día se hablaban para las cosas indispensables que les permitieran cohabitar la misma casa. Su relación era más como dos personas que viven bajo el mismo techo, que comparten gastos y algunas responsabilidades, pero no había palabras amorosas ni detalles o muestras de cariño; ni siquiera es que se llevaran como amigos porque en los últimos años se peleaban constantemente y discutían a la mínima diferencia.

Ambos sabían que el principal vínculo de su relación marital eran sus hijos y que seguían casados porque ninguno de los dos estaba dispuesto (ni en condiciones económicas) de salirse de la casa… hasta que la situación fue insostenible. Ella lo echó y, a diferencia de lo que había pasado durante otras peleas, él finalmente aceptó irse. Y a partir de ese día todo empeoró.

Laura ha venido haciendo malabares para poder costear los gastos de la casa y hacerse cargo de sus hijos porque, como suele suceder en muchas separaciones, su marido la “castigó” económicamente. Hoy ella lleva a cuestas la crianza, la demanda de atención escolar para las tareas y educación, las visitas al pediatra y todas las labores que implica administrar un hogar, además de poder garantizar qué comer.

“Todo el peso de la separación cae sobre la mujer. No sólo el peso social de reconocer que el matrimonio no funcionó sino la responsabilidad de asegurarse que haya comida”, me dijo Laura hace unos días, mientras me ofrecía productos de venta por catálogo.

“Los tiempos de los trabajos no están acordes para ser mamá porque eres mamá o eres profesionista y si tienes que ser las dos y no tienes una red de apoyo, pues es mucho peor, es una pesadilla. Ni tiempo tengo de llorar”.

Cada quincena es lo mismo: esperar con el estómago encogido a ver si le deposita o le transfiere. Muchas veces la cantidad es menor a lo acordado y sólo le dice no tienes más. Lo mismo ha pasado con las llamadas y el tiempo con sus hijos, también son menos.

“Es como si el hombre se sacudiera todo y siguiera adelante. Pero la mujer siempre es la mala cuando se anima y toma la decisión de separarse. Si yo pudiera, no le pediría nada”, me escribió ayer cuando le pregunté cómo estaba. 

En México la cantidad de divorcios se incrementó 61.4% durante el 2021, en comparación con el 2020, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). En total, el año pasado se divorciaron 149 mil 675 parejas en todo el país. Más de la mitad de los divorcios fueron incausados, es decir, a solicitud de alguno de los cónyuges y sin necesidad de señalar una causa concreta que lo justifique.

La historia de Laura podría ser la de cientos de esas mujeres, donde lo más difícil viene después de la separación, cuando se tienen que tomar decisiones para repartir las responsabilidades, entre ellas la crianza y los gastos. Y eso, si en el mejor de los casos, una charla así es posible.

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