Antes de ser civilizados en esta tierra bendita, el año no se dividía en cuatro estaciones sino en dos: temporada de aguas y temporada de secas. Así, el dicho era que el día de san Antonio, 13 de junio, comenzaban las aguas, aunque no lloviera y se terminaban en san Francisco, el 4 de octubre, aunque siguiera lloviendo. Y aunque nuestras amadas autoridades lo desconocen, aquí siempre ha llovido con furia bíblica. En mi ya lejana infancia, vivíamos por la calle de López Cotilla, que por cierto todavía no estaba pavimentada y era una gran diversión infantil mojarnos en las corrientonas que se hacían en dicha calle y por qué no, ganar algunos centavos poniendo tablas para que las señoras no se mojaran cuando iban al rosario, porque en aquel entonces no se usaban misas en la tarde.Y gozábamos del aguadal que corría alegremente hacia abajo, esto es, rumbo a san Juan de Dios, situación que sigue sucediendo, solo que las autoridades se muestran sorprendidas de la cantidad de agua, y como todo quieren que suceda igual que en la gran Chilangostlán, pues decretan que las cantidades de agua que caen son extrañamente superiores cuando, discúlpenme, pero yo las veo exactamente iguales. Pero ese sistema novedoso ha hecho que se pierdan maravillosas costumbres y definiciones muy tapatías, como por ejemplo aquel famoso dicho, para demostrar suficiencia, de “yo me subo al chorro por las canales” y si usted quiere saber qué fregados es eso, les recomiendo que en la siguiente tormenta se vaya usted a Palacio de Gobierno y noten cómo caen los chorros por las canales, y vean si se pueden subir por ahí.En eso Guadalajara no ha cambiado mucho, claro que ya es más grande y ya se nos quiere olvidar que éramos un pueblo bicicletero, aunque gracias a que es un magnífico negocio hacer ciclovías estamos volviendo a nuestro origen, sin importar que las autoridades tengan que inventar un mundo de ciclistas que casi no existe más que en los informes oficiales.Pero las aguas empezaron y empezaron bien, tanto que la sequía tan anunciada por las autoridades con los propósitos de conseguir dineros de la federación, pues ya no creo que funcionen mucho y esperemos que siga lloviendo para que después nos quejemos de que las presas están llenas y que en los chorromil sitios que se acostumbran las inundaciones en la ciudad se siga practicando tan bonita costumbre, al final dicen que los tapatíos somos quejumbrosos y después de quejarnos del calor, toca quejarnos de la lluvia.Y puede que esto empeore porque ya hace tiempo el triunfador Lemus y recientemente la superestrella Fumamota dijeron que iban a plantar un millón de árboles, con lo cual yo creo que el siguiente plan estelar del gobierno debería ser ayudarnos a comprar hachas para poder entrar entre la maleza, aunque tengo la esperanza de que ambos, políticos al fin, digan que eran promesas de campaña.