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Ser mujer en Guadalajara 2018

Por: Diego Petersen

Ser mujer en Guadalajara 2018

Ser mujer en Guadalajara 2018


El miércoles por la noche, al salir de un restaurante en Zapopan, a penas pasada la media noche, pasó una mujer sola, en shorts corriendo por el camellón. La reacción unánime de todos los que estábamos ahí, hombres y mujeres, fue decir: ¡qué valiente! Y hay razones para pensarlo. Muchos hombres no se atreverían a salir a la calle a correr a media noche en esta ciudad por la inseguridad. Es triste, pero esa es nuestra ciudad. A un hombre que haga eso quizá los tildaríamos de miedoso, pero ciertamente a ninguna mujer. Esa normalización del miedo, esa incapacidad estructural de disfrutar la ciudad es lo que define el ser mujer en Guadalajara en 2018.

Le pregunté a una compañera de trabajo que camina en la ciudad y usa el transporte público, cuántas veces a la semana, en promedio, era molestada de alguna manera por ser mujer, esto es que le dijeran cosas desagradables, que la hostigaran, que intentaran tocarla, que se le acercaran lascivamente (las miradas y los chiflidos de albañil no contaban para este ejercicio). Me sorprendió la respuesta: una 20 veces por semana, es decir tres veces al día en promedio algún hombre se siente, estúpidamente, con el absurdo derecho de intentar un acercamiento por el simple hecho de que él es hombre y su objetivo una mujer.

Cuando en una reunión de un grupo de tomadores de decisiones se plantea la pregunta “Y de mujeres a quién invitamos” es porque el machismo impera

Haciendo, junto con unas amigas, un recuento de las mujeres que se consideran exitosas en el mundo empresarial la mayoría tienen algo en común: son mujeres solas; viudas, solteras o divorciadas. Son pocas, poquísimas, las mujeres que destacan en el ámbito laboral estando casadas. La condición de doble jornada laboral, la del trabajo y la de la casa, en la práctica las excluye de la posibilidad de competir en un mundo de hombres que solo excepcionalmente asumen que las labores del hogar son también de ellos y que imponen las condiciones de competitividad.

Cuando en una reunión de un grupo de tomadores de decisiones se plantea la pregunta “Y de mujeres a quién invitamos” es porque el machismo impera. Por supuesto que el hecho de hacer la pregunta es un avance sobre los que ni siquiera se la plantean, pero la cuota de género no es sino la expresión de una desigualdad reconocida, pero no resuelta. Más aún: el simple hecho que tengamos un día de la mujer y que cada año tengamos que recordar —recordarnos— que el machismo existe, pero no lo podemos erradicar es una de las peores tonterías de la humanidad.

Ahora sí que dejemos de pensar en el día de la mujer y simplemente bajémonos de nuestro macho.
 

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