Lunes, 06 de Mayo 2024

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

Saramago, José José y la pandemia

Por: Gabriela Aguilar

Saramago, José José y la pandemia

Saramago, José José y la pandemia

“¿Sabes a qué huele el hielo, como cuando vas al Nevado de Colima y estás cerca de la nieve y respiras?” -A nada-, le contesté, y con su cabeza asintió.

La mirada la tenía clavada en el piso. El señor de cincuenta y tantos años y yo éramos dos extraños que teníamos en común la carencia del olfato, del gusto y un diagnóstico positivo de COVID que nos llevó a coincidir. Esperábamos la atención médica porque había dos señores graves antes que nosotros, sentados cada uno en sillas de ruedas con tanques de oxígeno, con mucha dificultad para respirar y varios estudios por realizar, lo que marca el protocolo.

Nunca voy a olvidar esas miradas. A pesar de que parecían fuertes en apariencia, corpulentos, estaban asustados, tristes; sabían que algo estaba mal, se ponía peor y el riesgo de que todo terminara estaba latente. La ficción, lo que sólo pasaba en las noticias, se nos hizo realidad en un abrir y cerrar de ojos. No hubo resistencia que pudiera evitarlo, retrasarlo o esconderlo. Creo que el escritor portugués José Saramago se acercó a esto que enfrentamos con su “Ensayo sobre la ceguera”.

Estamos en la antesala del Centro de Investigación Clínica y Medicina Trasnacional (CIMED) del Hospital Civil Juan I. Menchaca en Guadalajara. A lo lejos se escucha una melodía, “Preso”, de José José. Un grito intempestivo interrumpe la relativa calma: “¡Paciente grave!”, la señal para que seamos retirados de la entrada al tiempo que el personal médico, en una reacción casi militar, se ubica en sus posiciones a la espera de que bajen al enfermo de la ambulancia.

Otro hombre de 72 años, con dificultad respiratoria, es llevado a un cubículo. En pocos minutos lo trasladan a la torre de especialidades para ser internado. Luego, otra vez regresamos a donde nos quedamos. Ironía de la vida, seguía escuchándose el Príncipe de la canción: “Lo que no fue, no será...”. Así estábamos en ese momento, igual que la canción, añorando lo que teníamos, guardando un luto inesperado, presas de un virus y sus múltiples manifestaciones.

Para saber el grado de inflamación en los pulmones tienen que tomarte placas, y para ello, haces un recorrido en silla de ruedas franqueado por varios elementos de seguridad. El área está delimitada, la gente del otro lado de la línea divisoria te observa perpleja, saben que ese trayecto que haces es porque tienes COVID. Es mejor agachar la cabeza para no sentirse más ajeno y vulnerable de lo que ya te encuentras. El dolor en las articulaciones y los músculos pueden más que la ganas de sostenerte en pie… y cómo hace falta un abrazo, ésos fuertes que te ayudan a enderezar el esqueleto.

“Doctora, ¿qué siente cuando sabe que hay gente afuera sin cuidarse, acudiendo a estadios y a bares?” -Le pregunto a una de las responsables del servicio-. “Antes me enojaba muchísimo, hoy sólo hago mi trabajo; yo no tengo opción, es mi vocación, ustedes sí pueden, tienen posibilidad de elegir estar aquí”.

No sé si todos tengamos esa posibilidad, porque eso implicaría que todos los que estuvimos ahí hemos sido irresponsables o poco cuidadosos y no creo que sea el caso. Pero sí creo que es muy poco lo que se nos pide a cambio de aumentar nuestras posibilidades para no llegar a ese sitio.

Cuidémonos. 

puntociego@mail.com
 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones