Martes, 23 de Abril 2024

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Refundar o defender

Por: Sergio Aguirre

Refundar o defender

Refundar o defender

Desde que se anunció la creación para el próximo régimen de las coordinaciones estatales, las cuales concentrarán todas las facultades de todas las delegaciones y todo tipo de dependencias federales en los Estados, me he estado preguntando a cuál figura se parecen más. Porque además de esa concentración de funciones, se pretende sea el filtro de todos los recursos federales, o sea, de casi todos los ingresos correspondientes a cada Entidad federativa.

Algunos han asemejado la nueva figura a los jefes políticos del porfiriato. Otros la han catalogado como una nueva forma de centralización, a la de medianos del siglo XIX. No me han convencido. Creo se trata de algo mucho más profundo. Mucho más enraizado en nuestra cultura política. Me refiero por supuesto al caciquismo.

De acuerdo a la Enciclopedia de la Política de Rodrigo Borja, el caciquismo “que tiene su origen en los pueblos indígenas del Caribe, designa actualmente a un caudillismo de orden menor, generalmente limitado a una región o provincia de un país. Los conquistadores españoles tomaron la voz cacique del habla de los aborígenes caribeños y se la llevaron a España, desde donde se difundió a los pueblos de lengua castellana y se incorporó a su vocabulario político. El caciquismo suele ser un caudillismo primitivo, que se mantiene por el miedo o la amenaza. El cacique favorece a sus amigos y se venga implacablemente de sus enemigos. Otorga protección a sus incondicionales. Dueño de vidas y haciendas, concede cargos y canonjías a los que le sirven y trata de arruinar a quienes discuten su autoridad o contradicen sus designios. Generalmente el cacique -persona terrateniente y adinerada- es el dador y dispensador de favores en la comarca. Para ello carente de convicciones ideológicas como es, suele estar siempre ligado al poder a fin de obtener el nombramiento de las autoridades o comarcanas y, por este medio mantener su influencia en el lugar. El gobernante central, por su parte, respalda al cacique a cambio de sus favores electorales o políticos. En los tiempos actuales la presencia de la televisión en la vida política de los Estados ha devaluado el caciquismo. (...) El caciquismo es un síntoma del subdesarrollo político de una comunidad. Mientras más avanzada es una sociedad menos cabida hay para este tipo de caudillismo malévolo y bastardo”.

Y sí. Vamos de forma inevitable a subdesarrollar políticamente al país. Solo con las diferencias propias de nuestro tiempo. El cacique de antes obtenía su poder al controlar -por sus méritos propios y con alianzas efectivas- su territorio. Ahora los nuevos caciques serán nombrados por un dedazo del dedito de ya saben quién. Pero su función será la misma. Principalmente la del premiar a los amigos y castigar a los enemigos. Miedo y venganza.

Nuestro próximo gobernador, Enrique Alfaro, prometió una “refundación”. Algo tan inteligible como la llamada “cuarta transformación”. Para mi entender fue solo un eslogan de campaña. Hueco como casi toda la propaganda. Pero le sugeriría hacer a un lado dicho ambiguo discurso. Ya no estamos en tiempos de “refundar” sino de defender con todo al Estado de Jalisco y al federalismo. Nuestro Estado siempre se ha distinguido por hacerle frente al Centro. Espero que el mal carácter de Alfaro (su peor pasivo) se transforme en uno fuerte, pero controlado. Suficiente para ganarle la partida o por lo menos contener al caudillismo y caciquismo por venir.

sergio@aguirre-consultores.com.mx / @seraguirre)

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