Viernes, 26 de Abril 2024

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“Recuerdos” (parte III)

Por: Carlos Enrigue

“Recuerdos” (parte III)

“Recuerdos” (parte III)

En el cine recuerdo El ahijado de la muerte de Norman Foster, de 1946, con Jorge Negrete como el ahijado y Emma Roldán como la madrina, en que el personaje, gracias a una melopea, busca en el cementerio alguien para padrino de su hijo y ahí la muerte se ofrece de madrina.

También podemos mencionar a la muerte en otras artes como la música, en el canto mexicano bravío en que José Alfredo, como nadie, matiza su “No vale nada la vida, la vida no vale nada”, incluso con la duda de que Euterpe, musa de la música y de la poesía pastoril, hubiera podido estar de acuerdo.

Sobre todo antes pero resulta muy popular la creencia en los aparecidos, también llamadas almas en pena, las hay de todo tipo, entre ellas nada menos que Pedro Páramo, obra maestra de la literatura universal que se desarrolla en ese mundo que solo el genio único de Juan Rulfo pudo regalarnos. En nuestra patria chica hay muchas, que van desde la muy popular y divertida Ánima de Sayula que ha venido a convertirse en figura representativa de la zona y atractivo turístico. Otra, menos conocida pero igual de divertida, corre por los rumbos de las playas de Colima y sur de Jalisco es la de el Gentil, también con ciertas insinuaciones de homosexualidad y a la mejor hasta de homofobia; era según algunas versiones una especie de hombre pez, como de dos metros de altura, que solía aparecer y raptar a jóvenes bien parecidos que se bañaran en esas costas después de las diez de la noche y jamás regresaban.

Pero hay muchas más historias, guardadas en conversaciones de familias o en pequeñas poblaciones, donde aún platica la gente, busque usted en su propia familia. De la mía recuerdo que mi bisabuela vivía por la calle López Cotilla, cerca del templo del Carmen y tenía como vecina a doña Balbinita, quien habitaba en la casa inmediata, en la esquina, razón por la que debido a la cercanía se escuchaba en ambas casas muchas de las cosas que sucedían en la casa vecina; de esa manera, en casa de la bisabuela todos los días a las 7 de la tarde mi bisabuela se ponía a preparar la merienda diciendo: “es hora de trabajar, doña Balbinita ya está preparando su chocolate” y se escuchaba ese sonido fascinante que produce el molinillo cuando choca con los anillos de la ejecutante de la preparación. Así sucedió durante mucho tiempo.

Murieron ambas vecinas y en los demás habitantes de la casa de la bisabuela quedó el recuerdo de la hora del chocolate de doña Balbina. Años después, en un encuentro fortuito se encontró una de mis tías con un sujeto sobrino de doña Balbinita, quienes tenían una relación amistosa a causa de la vecindad; y la sorpresa fue cuando el sobrino le comentó a mi tía que su tía usaba como reloj el ruido que se producía con el molinillo en casa de mi bisabuela, afirmando que en casa de su tía nunca se hizo chocolate, lo que tampoco sucedía en la de mi antepasada.

@enrigue_zuloaga

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