Viernes, 19 de Abril 2024

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Qué estrés de ciudad

Por: Pablo Latapí

Qué estrés de ciudad

Qué estrés de ciudad

Qué difícil es vivir en una ciudad estresada, tan estresada, y más cuando el genuino sentimiento de enojo y abandono se contamina por las preferencias políticas.

Guadalajara, la gran Zona Metropolitana que ya es una de las más grandes de América Latina, ha vivido días muy complicados por la falta de gasolina. Imagínese, es una de las ciudades del país con mayor uso de automóviles, y de la noche a la mañana, sin previo aviso, se quedó sin gasolina, en una situación de escasez que no le deseamos a nadie.

En cuanto empezó a faltar combustible, de manera totalmente legítima y explicable se creó la psicosis de la escasez; ante la incertidumbre de cuándo podría acabar la crisis, y la grosera falta de información por parte de Pemex y los responsables, todos los automovilistas empezamos a movernos para tratar de conseguir gasolina a como diera lugar.

Se creó lógicamente una sobredemanda, que aunada a la poca gasolina que ha estado llegando, hizo más crítica la falta de combustible.

Imperdonablemente, cientos de automovilistas optaron por hacer largas filas frente a gasolineras, abiertas o no, con la esperanza de conseguir algo de combustible. Era como un albur; la gasolinera podía abrir en un par de horas, o permanecer varios días seca. Y mientras, el tiempo precioso de los tapatíos (ese recurso no renovable) se dilapidó en las largas filas de la esperanza.

Más allá de preferencias políticas, la materia prima para mover la ciudad es la gasolina. Están obligados a consumirla prácticamente todas las profesiones, todos los niveles de empleados, y ver frustrada la posibilidad de conseguirla genera enojo, mucho enojo; porque no hay ciudad que merezca el desabasto y el desprecio del Gobierno federal en un tema tan fundamental como la gasolina.

Pero resulta que enojarse no es políticamente correcto, porque hacerlo equivale a estar en contra de la lucha contra el robo de combustibles y a favor de la corrupción que desde el interior de Pemex sacaba grandes ganancias de la venta de combustible robado por ellos mismos.

Nada más perverso. Son dos cosas distintas.

Por supuesto que hay un 100% de apoyo a la lucha contra el robo y venta ilegal de combustible, pero también hay un enorme repudio a que sea la sociedad la que lo pague con el desabasto mientras no hay un solo detenido por esta guerra de López Obrador.

Es legítimo, es válido, es explicable estar enojado.

Resulta un castigo vivir sin gasolina y con la psicosis que seguramente durará más que el desabasto.

Por eso es importante dividir el problema real que tenemos quienes nos movemos en automóvil (la gran mayoría) y desmarcarnos de las manipulaciones a favor y en contra de los distintos grupos políticos.

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