Jueves, 28 de Marzo 2024

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Presidentes transformadores vs buenos presidentes

Por: Carlos María Enrigue

Presidentes transformadores vs buenos presidentes

Presidentes transformadores vs buenos presidentes

No es raro en discusiones oír a los amigos y familiares referirse a tal o cual personaje como el mejor presidente de México. En esto mucho quedará de manifiesto la filiación política de nuestro interlocutor y nos revelará también el perfil de persona a quien suele admirar. Igualmente, es muy común que una posición de esa naturaleza esté rodeada de polémica.

Considero que el determinar si un presidente es bueno, regular o malo depende centralmente de cuál es la medida en que se base la calificación, esto, pues hasta los meros malos deben tener una faceta en la cual les haya ido bien; pero, siendo el ejercicio de gobierno un tema tan amplio y tan complejo, tengo un sistema que creo sirve para distinguir a un buen presidente de uno malo, y la verdad es que no tiene mayor ciencia: el asunto es medir si entregó el país mejor de lo que lo recibió sin afectar gravemente la vida de las personas durante su gestión.

Esto lo tomo así siguiendo la cita de Eskine Caldwell que dice que un buen gobierno es como una buena digestión; mientras funciona, casi no la percibimos. Así habrá que distinguir de la eficiencia gubernamental, las obras faraónicas que se realizan abandonando el desarrollo general.

Por tanto me crean un conflicto muchos de los personajes que son cotidianamente considerados como los mejores presidentes de México, incluyendo aquí a Juárez, Díaz, Calles o Salinas. Y es que estos sujetos, si bien realizaron grandes obras y construyeron las instituciones del país, a la hora del balance se llevaron a mucha, pero mucha gente entre las patas.

Así, se debe distinguir entre la idea del presidente transformador del buen presidente.

A mi, como buen presidente, se me hace fácil señalar a Adolfo López Mateos. Si usted compara la libertad que nos dio Juárez, la infraestructura que instaló Díaz, las instituciones que establecieron Calles y Cárdenas o la apertura que instauró Salinas con los logros de López Mateos, me dirá que estoy loco, que para nada se le puede considerar el mejor presidente.

A esto le preguntaría ¿Quisiera tener una presidente que permanentemente haya gobernado con facultades extraordinarias y que sólo soltó la presidencia porque se murió? ¿Quisiera que el final de su gestión se debiera a una revolución en la que murió uno de cada diez mexicanos? ¿Quisiera haber reprimido y asesinado a cientos de miles sólo por su fe? ¿Quisiera que el ingreso al club de países desarrollados costara una severísima crisis económica? Esos han sido los legados de todos los que se consideran “los grandes presidentes de México”.

No será mejor pensar en gente, que sin hacer gran alharaca, generen un crecimiento económico razonable a la par de justicia social, que sin ser perfectos por lo menos no causen demasiado daño a costa de sus muy particulares delirios de grandeza. No sé usted, yo los prefiero así.

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