Jueves, 25 de Abril 2024

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Ómicron y el acceso a vacunas y medicamentos

Por: Luis Ernesto Salomón

Ómicron y el acceso a vacunas y medicamentos

Ómicron y el acceso a vacunas y medicamentos

En unas cuantas horas los encabezados informativos se unificaron en el mundo en torno a una potencial amenaza; se restringen los vuelos a países del sur de África; los indicadores financieros se sacudieron mientras los gobiernos observaban con preocupación la secuencia de acontecimientos. Todo después de que científicos descubrieron una nueva variante del COVID-19, a la cual la Organización Mundial de la Salud denominó Ómicron. Una especie de escalofrío recorrió la piel del globo provocando una respuesta en cascada que puede resultar exagerada si consideramos lo poco que se sabe realmente de la peligrosidad de la variante y, lo mucho que hemos aprendido de la pandemia. 

La preocupación en los científicos deriva de que las mutaciones de Ómicron pueden hacer más transmisible la enfermedad permitiendo evadir la respuesta inmune que producen las vacunas. Los primeros indicios muestran casos en personas ya vacunadas; sin embargo no es la primera vez que esto ocurre, porque las mutaciones están en la naturaleza del virus. También es preocupante observar la expansión registrada en naciones como el Reino Unido, Israel, Hong Kong, Bélgica e India, aunque tampoco es la primera vez que una variante se expande así.

Las restricciones impuestas a Sudáfrica y otras naciones vecinas constituyen, como lo señalaron sus autoridades, una suerte de castigo provocado por el pánico. El mérito de descubrir una variante y actuar responsablemente se volvió injustamente en su contra. No olvidar que las restricciones de viaje no impidieron la expansión de cepas anteriores. Ómicron provoca la pregunta: ¿los gobiernos pararán otra vez la economía, cerrarán fronteras y suspenderán los vuelos? Eso provocó el sobrecogimiento que afectó a los mercados, cuando en Europa ya se registraba un aumento significativo de casos en Austria y Alemania que consideran seriamente cerrar ciertas actividades económicas en los próximos días. 

Luego de casi dos años de pandemia sabemos que hay recursos preparados en las compañías y los gobiernos para ajustar las vacunas para combatir una variante específica si fuera necesario, y que también hay medicamentos antivirales desarrollados para evitar prevenir que la enfermedad se vuelva grave. El problema es que estos medicamentos no están disponibles para todo el mundo, ni se producen y distribuyen con suficiencia y equidad.

Las medidas radicales provocan enormes daños, la ruta para mitigar los efectos de Ómicron está precisamente en aumentar el ritmo de vacunación, producir masivamente medicamentos para el tratamiento y distribuirlos en el mundo equitativamente. En ese sentido merece la pena insistir en la propuesta impulsada por Sudáfrica, India y otras naciones como México para que se genere un acuerdo en la Organización Mundial del Comercio para que se renuncie a la protección de la propiedad intelectual de las vacunas y tratamientos para el COVID-19. Esta medida, que ahora parece respaldar Estados Unidos, debe venir acompañada por un proceso de transferencia de tecnología en la producción masiva constituye el camino correcto para combatir a Ómicron. Las personas deben tener acceso a las vacunas y los tratamientos de forma gratuita en todo el mundo sin distinciones, y la realidad muestra que hasta hoy la distribución de los fármacos, así como la transmisión de conocimientos ha sido bastante dispareja.

Ninguna razón justifica condenar a la enfermedad a una persona cuando el mundo cuenta con los conocimientos y los recursos para evitarla. Los gobiernos han fallado en el propósito de ser una verdadera comunidad de naciones enfocada a la protección de las personas que lo habitan. Estamos muy lejos del ideal de la paz perpetua. La pandemia ha puesto en evidencia la ineficacia de los mecanismos multilaterales dejando ver con toda crudeza como naciones e intereses corporativos poderosos se imponen sobre ley valor de la vida y salud. Nunca como ahora es evidente la desigualdad. Esperemos que el escalofrío provocado por Ómicron quede sólo en un estornudo, capaz de detonar una solución global para preservar la salud de las personas en el mundo.

luisernestosalomon@gmail.com

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