Pues con toda la generosidad y bondad que le son habituales a las opiniones de nuestro amado y admirado señor presidente -para sus cuates y cercanos-, el otro día, según se dijo en la prensa, se lanzó de lleno para defender con todo a ese portento de científico, sabio, erudito, culto, docto, instruido, ilustrado, insigne médico y seguramente futuro premio Nobel de medicina, Hugo López Gato-el, de quien dijo es uno de los infectólogos más famosos de este mundo y planetas cercanos. Eso sólo para que sepamos de qué color mancha el verde y lo dijo ante la bola de enviados de las grandes facultades de medicina de este planeta, que al precio que sea -su boca es medida- están luchando por llevárselo para que enseñe en otros países. Y después de esto, la verdad me sentí como un malagradecido gusano que no sé apreciar un trabajo maravilloso que, según el propio mandatario, puede verificarse en los números de contagios por la pandemia, pero lo que sí dijo claramente es que lo que resulta innegable es que “las personas que fallecieron, fallecieron”, eso sin duda y como dijo Calderón, los sueños, sueños son.Pero lo cierto es que en este país y creo que en todos, pero especialmente aquí, donde poquísima gente les cree verdaderamente a los políticos, aunque la mayoría por barberos diríamos que sí confiamos en ellos. El actual presidente, al que le gusta creer que es diferente, aunque de hecho es igual a los otros, no es la excepción y que también, hay que decirlo, es muy buen amigo de sus amigos, le han cargado la mano porque uno de sus hijitos vive a todo trapo en Houston, Texas, en una casa que según dijo compró la señora de éste, que es de pudientes y lo que no dijo es que el vendedor algo tiene que ver con contratos de PEMEX; simple casualidad que hace que la bola de malpensados crean que se trata de corrupción, parecida a lo que la señora Peña compró con el dinero de las telenovelas. En fin, no son iguales, son idénticos, aunque éste tiene mejor prensa que el presidente Peña, pero en actuaciones son iguales.Al parecer el hijo está casado con una americana muy pudiente en lo económico y al hijo, como al padre, no le deben de gustar morenas; ambas esposas son agüeraditas, lo cual no tiene nada de malo y diga mi solitario lector si usted no quisiera que sus críos estuvieran allá viviendo como duques rusos, pues claro que sí y es casi regla fija que en este país los descendientes de un presidente viven de gratis hasta la quinta generación y ese es un hecho innegable que, cuando menos hasta ahora, no ha cambiado ni creo que cambie, cuando menos en este gobierno, aunque muchos quisieran que esto se modificara, salvo en el caso de que éstos fueran presidentes, entonces no.@enrigue_zuloaga