Jueves, 25 de Abril 2024

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Monumento a los ingenieros, a la ingeniería

Por: Juan Palomar

Monumento a los ingenieros, a la ingeniería

Monumento a los ingenieros, a la ingeniería

Existe, en la glorieta de avenida de los Maestros, Diagonal Manuel Cambre y Andrés Terán, un vistoso monumento a los ingenieros civiles. Está proyectado para recibir un buen número de bustos de estos destacados profesionales de la construcción. Consiste en una larga trabe curva, alarde de ingenio estructural y de simpática ingenuidad, coronada por las efigies seleccionadas. Hasta la fecha cuenta con solamente tres ocupantes. Es digno de figurar en el célebre libro-antología de Helen Escobedo, “Mexican Monuments”.

Algún artista conceptual travieso ocupó un pedestal vacío para ubicar una discreta intervención con un arcano comentario al conjunto. A la composición de la glorieta le hacen falta desesperadamente sus complementos indispensables para convertirla en un verdadero espacio público: jardinería apropiada con suficientes y buenos árboles, plantas, andadores, mobiliario urbano. Muy seguramente el vecino Colegio de Ingenieros Civiles, promotor de esta obra pública, estará pensando en ello. (Y en hacerse cargo de su mantenimiento.)

Los ingenieros civiles han sido fundamentales para el desarrollo de Jalisco. Son un gremio meritorio y respetado. Durante muchos años los mejores arquitectos del estado fueron los ingenieros. Algunos ejemplos: Aurelio Aceves, Luis Barragán, Pedro Castellanos, Juan Palomar y Arias, Juan José Barragán, Enrique Ladrón de Guevara, Rafael Urzúa, Enrique González Madrid, Jorge Matute Remus, Julio de la Peña, Miguel Aldana Mijares, Carlos Petersen Biester, Alejandro Zohn…y tantos otros. Esto se debió a una muy buena formación integral, a la larga falta de una escuela de arquitectura en nuestro medio, al sentido artístico de estos profesionales, a su buen gusto y cultura, a su sentido común y a su falta de pretensión.

De allí que la frase automática de los patronos, durante muchos años, fue: “Voy a encargarle el plano a un ingeniero”. No era, ni mucho menos, ignorancia: era la conciencia de que este gremio se encargaba con solvencia de las necesidades arquitectónicas de la comunidad. Y las pruebas siempre estuvieron a la vista. Luego llegaron los arquitectos de la Escuela de Arquitectura de la UdeG creada por Ignacio Díaz Morales. Así, a partir de aproximadamente 1956 los primeros egresados, con su flamante título, incursionaron en un campo hasta entonces dominado por los ingenieros.

Un arquitecto cuenta la siguiente historia: En una obra, el maestro insistía en referirse a él como “ingeniero”, hasta que éste, mosqueado, le aclaró: “Maestro, soy arquitecto”. A lo que el jefe de los albañiles repuso: “Ándele mi inge, no sea modesto”.

Las nuevas prácticas de los arquitectos cambiaron la manera de enfocar la actividad constructiva. Se hizo énfasis por adoptar las modas funcionalistas de la época, a veces con buenos resultados, otras con curiosos y no siempre atinados rebuscamientos “artísticos”. Los maestros de obra, socarrones, sonreían y cumplían órdenes.

Total, la ingeniería civil jalisciense es altamente celebrable y meritoria. A lo largo de la historia ejecutaron impecablemente todo tipo de obras civiles: caminos y puentes, presas, instalaciones industriales, cálculos diversos…y arquitectura pura. Ojalá que, los personajes arriba mencionados llamen la atención del Colegio de Ingenieros Civiles e instalen algunos bustos a ellos dedicados en su esforzado (¿pre esforzado?) monumento. Y que a dicha pieza le agreguen los acondicionamientos urbanos necesarios para constituir realmente un espacio público memorable y digno. Vivan los ingenieros civiles.

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