Viernes, 26 de Abril 2024

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México épico

Por: Luis Ernesto Salomón

  El 19 de septiembre mostró a México en un espejo roto. La naturaleza se manifestó con la fuerza destructora propia de las historias más trágicas y acto seguido los mexicanos nos pusimos de pie para tomar un lugar en una formación con la voz de presentes en una interminable fila de colaboración que lo mismo suda, llora, canta y grita, en toda la geografía del país. La condición humana más nítida surge frente a los límites de la existencia, brilla como en el crisol el metal fundido se transforma en un líquido lleno de energía. La fusión del carácter, el amor y el esfuerzo han brotado de los rostros de millones, y se ha mostrado, con el más auténtico sentido de amor al prójimo, cuando se han rescatado a personas con vida de entre las ruinas. El amor a Dios se manifestó con las más distintas expresiones religiosas y al mismo tiempo vimos acciones de fraternidad igualitaria, propias de la revolución francesa.

    Se han hecho realidad por momentos las estampas de la convivencia social con la que se han construido las más grandes utopías. La participación ha sido de tal magnitud, que recuerda el espíritu ciudadano de la Grecia clásica, como la estructura sólida de la Civitas romana. La unidad en torno a los símbolos patrios dejó de lado las rivalidades y los odios temporales en medio de una enorme tensión envuelta en las nubes de la tristeza. Miles de personas que han venido del extranjero se han sumado a la formación espontánea para ayudar en una tarea épica. La gratitud surgida de las caras de quienes han sido rescatados, confortados, atendidos es inmensa y la compartimos todos.

    El 19 de septiembre los mexicanos nos miramos a nosotros mismos como la sociedad fuerte que se levanta de las mayores adversidades. Nos miramos en el espejo roto, pero nítido, como una sociedad fuerte y comprometida con las personas que la habitan. Nos dimos cuenta de lo que somos capaces cuando los desafíos nos requieren. El carácter y la civilidad manifestada es un legado que nos da identidad. Las huellas del esfuerzo están claras en el rostro y serán siempre motivo de orgullo.

    La mejor forma de rendir tributo de gratitud y honor a quien ha sufrido es trabajar para que los mejores atributos de la sociedad se acrecienten. Quedó claro que tres décadas después de la tragedia de 1985, la sociedad mexicana está mejor dotada para enfrentar los retos naturales, ahora nos corresponde mejorar mucho más a partir de esta muestra para mirarnos y más allá de cualquier fobia, colaborar para hacer de México un país más grande, fuerte y justo. El esfuerzo será enorme, porque la dimensión de los daños aún se está delineando en muchos puntos de la geografía, lo que implica que habrá muchos frentes para atender, en Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, y la zona metropolitana de la capital. El espíritu heroico que hemos visto estos días en escenas que emocionan se debe transformar en compromiso esforzado para que las tragedias de tantos miles se compensen con un proceso de reconstrucción, ordenado, justo e inmediato. El rostro que vimos en el espejo roto el 19 de septiembre nos hizo sentirnos más orgullosos de ser mexicanos y debe darnos fuerza para ser mejores.

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