Martes, 07 de Mayo 2024
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Lo bueno, lo malo y lo que me alcanza

Por: Sergio Oliveira

Lo bueno, lo malo y lo que me alcanza

Lo bueno, lo malo y lo que me alcanza

Los autos son una afición de muy pocos y una necesidad para la inmensa mayoría. Los que pensamos “entender” de coches casi siempre nos ubicamos en una posición de arrogancia sobre los demás, criticando X o Y producto o marca con frecuencia en favor de la emoción, del buen manejo, del diseño. Con menos frecuencia mencionamos seguridad, durabilidad, comodidad. Rarísima vez nos ponemos a hablar de valor por tu dinero, financiamiento, distribución o facilidades para hacerse de un automóvil. Vamos, en América Latina el privilegiado que puede comprar un auto en la gran mayoría tendrán que conformarse con un usado. Cuando se alcanza para un nuevo es para los que están en la base de la pirámide, donde la elección no se basa en recomendaciones de “influencers”, en la forma del coche, en la potencia de su motor o en la calidad de sus acabados, sino para lo que alcanza y en la marca que da la facilidad de comprarlo. Y este universo es aún más reducido.

Desde la apertura, aunque parcial, del mercado mexicano en los años 90, la cantidad de marcas que llegaron al país fue enorme. De repente la oferta saltó de las cinco posibilidades de principios de ese decenio a las más de 40 que tenemos hoy en día. En su momento varias marcas se pusieron de moda. Le pasó a Renault a su regreso. Luego a Seat. Después a Mazda. Hoy son las coreanas, especialmente Kia. Tan fuerte es su presencia y tan abrumador el deseo de varios por un Kia que la Sportage es el vehículo de mayor porcentaje de robo con violencia en México. Y esto que la marca ni siquiera tiene tres años en el mercado nacional.

Sin embargo, la lista de los 10 más vendidos sigue componiéndose de tres marcas: Nissan, GM y Volkswagen, precisamente las tres líderes en el país, con décadas de ofrecer vehículos para personas, familias y empresas en México.

Para los entusiastas puede sonar a ignorancia del consumidor, que es verdadera de alguna forma, pero no explica todo el panorama. Hacerse de un auto de marca de moda puede ser relativamente sencillo para alguien de la clase media alta que vive en una de las tres grandes metrópolis mexicanas: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, o en alguna de las llamadas medianas como Puebla, León, Veracruz y Querétaro, entre otras. Ciudades que por cierto sólo son “medianas” porque en México todo se compara a su capital, pero serían grandes si estuvieran en Europa, por ejemplo.

Hay vida fuera de las grandes urbes

Se nos olvida a los que vivimos en los grandes centros urbanos, que México es mucho mayor que esto y que en muchas ciudades “medianas” y “chicas”, incluso en los “pueblos”, cuando hay una agencia es de las cinco marcas tradicionales es decir: Nissan, GM, VW, FCA y Ford.

También se nos olvida con frecuencia a muchos que México no es un país de ricos. Su salario mínimo, por ejemplo, solo está por arriba de los de Cuba y Venezuela y es casi cuatro veces menor que el de Guatemala.

No nos pasa por la mente que buena parte de los mexicanos vive en la economía informal, con su puesto de tacos en la esquina o de frutas en los “tianguis”. ¿Qué coches compran esas personas, cuando consiguen hacerse de uno nuevo? El que los acepta, de la marca que los entiende, que les permite acceder a un crédito sin comprobar ingresos, por ejemplo, lo que explica el amplio liderazgo de Nissan y nos deja entender porqué el Versa es el auto más vendido del país. Para los que consiguen hacerse de uno, el Versa no es solo un coche, es un símbolo de aceptación.

Haberlo podido comprar los hace sentir parte de una sociedad que de alguna manera los menospreció, por no decir olvidó. Comprar un Versa, un Aveo, un Figo, un Gol o un Attitude es un premio a su esfuerzo. Cuando alguien sale con uno de esos de una agencia lo hace sonriendo, feliz, realizado. Para ellos representó un esfuerzo infinitamente mayor que para el que hace un cheque por varios millones de pesos por un Ferrari. Por esto, cuando veo un auto de esos en la calle pienso sí que el Gobierno debería exigir más seguridad, pero no se me olvida que el que lo conduce me merece todo el respeto del mundo. No solo respeto, admiración. Son ellos los verdaderos vencedores, no los que nos vestimos de “expertos” para decirles qué comprar.

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