Martes, 05 de Agosto 2025

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Las preguntas electorales de Sheinbaum

Por: Jorge O. Navarro

Las preguntas electorales de Sheinbaum

Las preguntas electorales de Sheinbaum

La Presidenta Claudia Sheinbaum anunció que se aplicará una consulta ciudadana, otra vez, para hacer preguntas de las que ya se conoce la respuesta. Ella misma aseguró ayer que “a la gente no le gusta que los partidos políticos tengan tantos recursos (…), no le gusta que haya tantos recursos que se destinen a las elecciones”.

Entonces, ¿para qué gastar en elaborar y aplicar una consulta? ¿O será a mano alzada como las hacía el ex presidente Andrés Manuel López Obrador en mítines con simpatizantes?

El ejercicio es fútil. ¿Quién puede responder en una consulta que está a favor de darle más dinero a los partidos políticos? Casi es ridículo, tomando en cuenta la impopularidad y el descrédito de estas instituciones entre los mexicanos.
Por otra parte, ¿qué resultado obtendrá una consulta popular que pregunte si están de acuerdo o no con reducir el número de diputados y explicar que son los “plurinominales de lista”?

Ocurrirá exactamente lo mismo: sin saber qué significa plurinominales, casi todos los consultados responderán que quieren menos diputados. También están totalmente desacreditados entre la población abierta.

La Presidenta de la República recurre al mismo método que tan bien funcionó durante el sexenio de López Obrador y que ha marcado el empoderamiento de Morena y la “cuarta transformación”: ponen por delante las causas ganadas con un sofisma que sólo se responde de una manera, para avalar indirectamente los temas de conveniencia, para que pasen desapercibidos.

Si una reforma electoral planteada con los objetivos de la presidenta Sheinbaum se plantea en la Cámara de Diputados, justificándola con foros y consultas de esta naturaleza, veremos exactamente lo que ocurrió con la reforma judicial: van a aprobarla con su mayoría aplastante, y cuando los legisladores morenistas no tengan más argumentos que oponer, sólo dirán (palabras más, palabras menos) que es lo correcto porque el pueblo así lo demanda.

El fenómeno es normal, pero no correcto.

La élite en el poder construirá las reglas adecuadas para perpetuarse en el poder, aunque esto signifique reducir la calidad de la democracia mexicana, que de por sí llevaba tres décadas en permanente adolescencia.

Analistas hay muchos que consideran normal una reforma electoral, incluso necesaria, porque es parte de “la tradición mexicana”, que ha elaborado y aplicado una reforma electoral en cada sexenio.

Pero no es el caso, porque hay algunas preguntas que sí son pertinentes y que no se pueden responder tan fácilmente como las antes planteadas.

Por ejemplo: ¿Reducir los recursos públicos a los partidos políticos y a la organización de elecciones, generará más confianza en el resultado? ¿Eliminará las impugnaciones de los candidatos derrotados que se consideran afectados? ¿Generará mayor confianza entre los ciudadanos que desconfían?

¿Eliminar “diputados plurinominales de lista”, como dice la Presidenta como si todos entendieran de qué se trata, aumentará la calidad de la integración de la Cámara Baja? ¿Nos dará mejores diputados sólo porque son de mayoría? ¿Serán más competentes y mantendrán la autonomía del Poder Legislativo ante el avasallamiento de la presidenta o el presidente en turno?

No, la reforma electoral que se está planteando no apunta a mejorar la democracia mexicana y la primera constancia de esto, es que no se está escuchando a quienes no están de acuerdo.
 

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