Martes, 19 de Marzo 2024

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La suprema ley

Por: Laura Castro Golarte

La suprema ley

La suprema ley

Aun cuando se trata de un principio del Derecho romano, aquí en Guadalajara es una máxima que conocemos muy bien gracias a fray Antonio Alcalde y Barriga, quien se rigió por ella hasta su último aliento, literalmente, al entregar su vida a trabajar por la salud del pueblo (y por la educación también, pero ese es otro tema) y dedicar una de sus grandes obras, el Hospital Civil, “A la humanidad doliente”.

La salud del pueblo es la suprema ley no es una afirmación que haya caducado, prescrito o pasado de moda, ha sobrevivido más de dos mil años porque su vigencia y respeto deberían ser cotidianos y una regla de conducta para cualquier Gobierno ahora en estos tiempos. Alcalde lo hizo; sin embargo, en las últimas décadas el mandato se ha desdibujado.

En octubre del año pasado se publicó en estas páginas un reportaje que celebré por el contenido: una investigación que arrojó datos sobre los robos de equipo, medicamentos y materiales en el Seguro Social y, además, sobre las medidas que se están tomando al respecto. Destaqué entonces en este espacio el que se hubiera dado a conocer un sistema de corrupción que no es nuevo, pero permanecía por la simulación, el contubernio y el miedo.

Algo similar está pasando ahora con la información que recién se generó esta semana y tiene que ver con la manipulación de datos, en primer lugar; con las reacciones ante la aplicación de “purgas” indeseables y las resistencias, justamente, a dejar ir un modus operandi y vivendi que representaba para todos los involucrados ganancias multimillonarias en detrimento del erario y, sobre todo, de los derechohabientes en los diferentes servicios públicos de salud: entre otros, IMSS, ISSSTE e instituciones para una población conocida como abierta; es decir, que no tenían protección de ningún tipo, garantizada, hasta el surgimiento del Seguro Popular, ahora Insabi.

¿Cómo dejar ir, así como así, tal nivel de ganancias? Y debo decir que, en el ámbito de los médicos, con honrosísimas excepciones, el asunto del dinero se les da muy bien para cobrar altas consultas, ordenar estudios costosísimos y recibir comisiones por todo; las redes de intereses en el mundo de la medicina son fuertes e intrincadas también. Ese mundo de la medicina incluye, por mencionar a cuatro grandes actores, a los profesionales de la salud y todo el escenario hospitalario, los laboratorios, las farmacéuticas y los fabricantes de equipos de los más diversos, desde los más simples hasta los más sofisticados.

Hace años, varios años ya, entrevisté para estas páginas a un ilustre médico jalisciense, que en paz descanse, quien me abrió los ojos sobre la realidad del mundo de la medicina; entonces me decía que el cáncer tenía cura, al igual que otras enfermedades, pero el negocio era muy grande y estaba en plena expansión. Estamos hablando de finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado.

En estos últimos lustros los avances tecnológicos han sido notables en la materia; sin duda alguna en muchos casos, en muchos, se han salvado vidas, pero en otros no; en otros sólo es negocio en cuyo bienestar sí que piensan los integrantes del sistema, como cuando desde el Poder Legislativo se ponen trabas para el reconocimiento de medicinas alternativas, por ejemplo, con todo y que en México se reconocen más que en otros países.

Me queda claro que destrabar este nudo gigantesco y enredado no está resultando nada fácil; las repercusiones negativas ya se están experimentando en la calidad y oportunidad de la atención de cientos de miles de mexicanos que a diario demandan servicios en clínicas y hospitales, y las reacciones no se hacen esperar.

Desde el Gobierno federal creo que esto se tiene que implementar con mayor celeridad y eficiencia de manera que, en el ínterin, o sea, mientras se barren, sacuden y desinfectan los cimientos, no se afecte la atención; equilibrio, decisiones sensatas, sentido común... para atender primero con sentido de urgencia y no tener que estar apagando fuegos porque, además, cierta información escasea y deja el campo propicio para la especulación y las malas interpretaciones.

Y a los médicos, al gremio en general, una exhortación (no quiero pecar de ingenua, pero...) a dejar de lado el interés económico como el principal interés; una invitación a recordar la esencia de la profesión, a honrarla, a ejercerla con integridad y ética; a no ocultar la medicina, ni venderla a terceros; a revisar las relaciones y lealtades; a cumplir con el mandato: la salud del pueblo es la suprema ley. 

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