Jueves, 25 de Abril 2024

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La sacudida

Por: Luis Ernesto Salomón

La sacudida

La sacudida

Los efectos del tiempo tormentoso que vivimos parece que se extenderán por muchos meses, no solamente porque la pandemia se extenderá hasta que las vacunas, aún en desarrollo, hagan su efecto, sino por las consecuencias económicas. La caída de la actividad económica ha afectado severamente al mundo occidental y se ha cebado especialmente en nuestro continente, amenazando con afectar la estructura de actividades industriales y de servicios de forma permanente. 

Cuando se miran las gráficas de infectados, fallecidos, actividad económica o se asoma a los espacios vacíos de las escuelas, se siente una sacudida interior que nos recuerda la fragilidad de la vida. Pero las sacudidas son eso, movimientos bruscos que dejan por un lado algunas ruinas y el letargo de la inercia para asumir nuevas formas de ir hacia adelante. Y en este momento pareciera que estamos aún en medio de la sacudida sin poder sentar la cabeza y mirar el horizonte. Sin embargo resulta aleccionador que muchos de los efectos del miedo que las sociedades han vivido en los últimos meses se reflejan en una resistencia a alejarse de los dictados de la ciencia. A fin de cuentas, la magia termina donde comienza la razón y, en este caso, la solución a los problemas de salud no va a venir de ningún chamán. 

El respeto a la ciencia resulta fundamental para avanzar contra los azotes a la humanidad, en especial de aquellos que nosotros mismos hemos creado como la contaminación y la devastación de la naturaleza. Parte de los efectos positivos de la sacudida se ha dado en la baja en las emisiones, en la explotación marina y otras actividades extractivas que dañan la vida natural. Pero también hay un efecto positivo al aumentar la fuerza de las reflexiones que se hace en los centros de pensamiento respecto al papel que las personas y las organizaciones pueden y deben desempeñar cuando se presentan estas crisis, en las que las instituciones políticas son presas de las presiones de coyuntura que no permiten tomar decisiones con visión de generaciones. 

Este tiempo será recordado por la forma como nuestra civilización enfrentó a un virus letal y por la capacidad que tengamos de plantear cambios a nuestra forma de vida en el futuro inmediato. Enfocarnos a querer volver al pasado por inercia es un desatino mayor; es perder la oportunidad de construir mejores cosas para la humanidad a partir de la sacudida que ha cegado la vida de cientos de miles de personas y que afecta a millones de familias en su estabilidad en el mundo.

Enderezar el camino luego del terremoto supone revisar también el papel que juega la comunicación, la autoridad, la ciencia y la forma como los científicos han de participar en la vida de las comunidades. Su papel ha sido fundamental en la construcción de la idea del progreso, de las guerras y lo será aún más en el combate a las amenazas contra la humanidad. Al final cabe preguntarse si ha llegado la hora de contar con verdaderas leyes mundiales y la forma como éstas operarían para proteger al género humano, más allá de las naciones y los intereses inmediatos. En la formación de reglas para cuidar el mundo y la salud de la humanidad quizá esté ahora el mayor papel de los científicos. Por ahora debemos un tributo a aquellos que se ocupan de estudiar las soluciones de salud y a quienes dan la batalla para convencer a quienes no creen, o no quieren creer en el valor del pensamiento.
 

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