Hay quienes no creen en la verdad, sino en su verdad. No importa cuán evidente sea la grieta en el muro: ellos pintan encima un mural de fe o ideología. El fanático -ya sea religioso o político- no defiende una idea: se defiende a sí mismo. Su identidad está tan fundida con su creencia que, si la duda entrara por una rendija, temblaría el suelo bajo sus pies.Prefiere entonces el autoengaño a la caída libre de la conciencia.La politóloga y psicóloga Karen Stenner, tras años de estudio sobre el autoritarismo, nos ofrece una clave fundamental:“Lo que los autoritarios realmente no pueden tolerar es la diferencia entre las personas... lo que quieren es que todos seamos uno: creer lo mismo, comportarse igual, parecerse” (The Authoritarian Dynamic, 2005).Quien se siente inseguro frente a un mundo cambiante busca certezas simples, aunque estén construidas sobre mentiras. Así, frente a pruebas irrefutables, el fanático cierra los ojos… y a veces el corazón. Prefiere llamar “montaje” a la verdad y “enemigo” a quien la porta. Esa fidelidad ciega no es devoción: es adicción al espejismo. Es la única campana que quieren escuchar.Y hay algo inquietante en esta ceguera voluntaria: están dispuestos a morir -y a matar- por ella. Luchan con todo, porque creen luchar por sí mismos y sus convicciones. Se inmolan, no por amor, sino por miedo a perder el suelo simbólico que los sostiene. La pasión los invade, pues la razón los ha abandonado hace tiempo. Sus pensamientos se han bajado del corcel de la autocrítica y su poder se dirige a tratar con rigor al punto de vista contrario; el suyo se hace intocable.¿Qué hacemos frente a esto? Tal vez no enfrentarlos con más discusiones y debates, sino con preguntas. No atacarlos, sino sembrar grietas en sus múltiples incongruencias. Porque, a veces, una sola duda -luminosa, serena- puede hacer tambalear una catedral construida con ladrillos hechos de mentiras.Y quizá, algún día, en el eco de su propio silencio, escuchen algo distinto a lo que siempre han creído. Y dejen el ancla que llevan en su postura y puedan ver otros horizontes con apertura.Se podrán bajar del corcel de la falta de autocrítica y dejar de mirar las otras visiones como agravios personales, y verlas como atropellos a su subjetiva verdad.dellamary@gmail.com