Domingo, 13 de Julio 2025

LO ÚLTIMO DE Ideas

Ideas |

La prisión dorada del fanatismo

Por: Guillermo Dellamary

La prisión dorada del fanatismo

La prisión dorada del fanatismo

Hay quienes no creen en la verdad, sino en su verdad. No importa cuán evidente sea la grieta en el muro: ellos pintan encima un mural de fe o ideología. El fanático -ya sea religioso o político- no defiende una idea: se defiende a sí mismo. Su identidad está tan fundida con su creencia que, si la duda entrara por una rendija, temblaría el suelo bajo sus pies.

Prefiere entonces el autoengaño a la caída libre de la conciencia.

La politóloga y psicóloga Karen Stenner, tras años de estudio sobre el autoritarismo, nos ofrece una clave fundamental:

“Lo que los autoritarios realmente no pueden tolerar es la diferencia entre las personas... lo que quieren es que todos seamos uno: creer lo mismo, comportarse igual, parecerse” (The Authoritarian Dynamic, 2005).

Quien se siente inseguro frente a un mundo cambiante busca certezas simples, aunque estén construidas sobre mentiras. Así, frente a pruebas irrefutables, el fanático cierra los ojos… y a veces el corazón. Prefiere llamar “montaje” a la verdad y “enemigo” a quien la porta. Esa fidelidad ciega no es devoción: es adicción al espejismo. Es la única campana que quieren escuchar.

Y hay algo inquietante en esta ceguera voluntaria: están dispuestos a morir -y a matar- por ella. Luchan con todo, porque creen luchar por sí mismos y sus convicciones. Se inmolan, no por amor, sino por miedo a perder el suelo simbólico que los sostiene. La pasión los invade, pues la razón los ha abandonado hace tiempo. Sus pensamientos se han bajado del corcel de la autocrítica y su poder se dirige a tratar con rigor al punto de vista contrario; el suyo se hace intocable.

¿Qué hacemos frente a esto? Tal vez no enfrentarlos con más discusiones y debates, sino con preguntas. No atacarlos, sino sembrar grietas en sus múltiples incongruencias. Porque, a veces, una sola duda -luminosa, serena- puede hacer tambalear una catedral construida con ladrillos hechos de mentiras.

Y quizá, algún día, en el eco de su propio silencio, escuchen algo distinto a lo que siempre han creído. Y dejen el ancla que llevan en su postura y puedan ver otros horizontes con apertura.

Se podrán bajar del corcel de la falta de autocrítica y dejar de mirar las otras visiones como agravios personales, y verlas como atropellos a su subjetiva verdad.

dellamary@gmail.com

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones