Sábado, 20 de Abril 2024

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“La isla” (Parte II)

Por: Carlos Enrigue

“La isla” (Parte II)

“La isla” (Parte II)

Mide Flegra como cien kilómetros cuadrados y hay un tren que viaja entre los dos sitios poblados: Estella y Las Casitas, que cuenta con un buen muelle que también usan los pescadores. Flegra no pudo desenvolverse como lo hicieron las islas cercanas, que son desarrollos turísticos internacionales. Y no es por falta de encanto, el lugar es bellísimo, sus playas, que como todas las del Caribe carecen de arena, pero ésta se forma con conchas pulverizadas, lo que las hace ser las más hermosas del mundo, mas por alguna extraña causa las de Flegra nunca se pulverizaron, permanecieron filosas, impidiendo que los paseantes caminaran por la playa sin lastimar sus pies. Hubo intentos para corregir eso pero no fue posible y por ello no prosperó turísticamente.

Pero dicen que cuando se cierra una puerta se abre una ventana y eso pasó en Flegra. Aquí nada más nacen los enormes árboles de Bagrana y palmeras, éstas en menos cantidad que los primeros, que llegaron a considerarse una plaga y ahora los tienen como la salvación de la isla.

La Bagrana es un árbol único, una especie que sólo existe aquí. En las otras islas, aún en las más cercanas no se da, se han llevado semillas y árboles pequeños, y se mueren sin que se sepa la causa. Estos árboles, de gran follaje, producen una semilla que la llaman Alfagrana, que constituye el componente fundamental para las cremas rejuvenecedoras más exitosas que han existido. Es un notable antioxidante que los fabricantes de cremas de belleza usan como base fundamental.

Cuando la descubrieron, no podían creerlo, fingieron que querían ayudar a la isla y los primeros años pagaron un precio bajo, pero no contaron con la sagacidad del líder y dueño de la isla, que para valorar el interés que tenían, simplemente les dijo que ese año no vendería semilla. Mandó hacer unos silos y la almacenó, provocando la desesperación de esas y otras empresas. Por su impaciencia, los industriales intentaron comprar tierra, pero se toparon con que todo era propiedad de la familia y quien resolvía era el patriarca.

Una vez valuada la mercancía, descubierto el tesoro, el jerarca forzó a las empresas a comprar semilla, a subastar en una licitación. Participaron las doce principales compañías e hizo un maravilloso negocio, mitad para él y mitad para el país, que curiosamente también le pertenecía. Nunca entendí por qué actuaba así, yo creo que era por el simple gusto de sentir la corrupción, ya que nadie le pedía cuentas.

Desde esa fecha terminó en la isla toda necesidad económica: de no estar registrados en ningún sitio, en pocos años pasaron al primer lugar mundial de ingreso per cápita, una especie de paraíso en ese sentido y tardaron en asimilar el cambio de estatus. Prueba de ello, las esperpénticas mansiones que construyeron -siempre en pequeños espacios- y que eran un derroche de mal gusto y exageración; así, podían verse reunidas desde construcciones tipo Partenón griego hasta minimalistas, todas amontonadas en un mismo sitio, sin orden ni concierto alguno.

@enrigue_zuloaga
 

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