Viernes, 11 de Octubre 2024

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La República puesta ante el abismo

Por: Augusto Chacón

La República puesta ante el abismo

La República puesta ante el abismo

Ah, la esperanza, siempre empecinada por chiquita que esté. Arrejolada luego de que la escoba conocida como realpolitik (en el régimen actual, para mentarla usan el eufemismo “bastón de mando”) no sólo la barriera, la agarrara a escobazos (a bastonazos de mando) en lo alto de la escalera presidencial que luego de seis años, ahí como la ven, sigue cochambrosa. La esperanza, constante, transversal como pocos otros conceptos, va de un lado a otro, arriba y abajo de la sociedad con su canasta de futuro llena de cosas buenas; además, es barata, aunque hoy su oferta es menor que su demanda. Apenas la invocamos y la risa sarcástica, muchas veces faro para salir de las peores circunstancias, parece ahuyentarla, enlazada a la clásica expresión mexicana: pos que no estás viendo.

En cosa de días la esperanza volvió a instalarse en el sillón alto de la sala nacional. Qué cosa. Recién a media semana muchos análisis sobre el destino de la dizque reforma judicial que también a escobazos quiere imponer el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pasaban por la fatalidad, que es el cisne negro en el ballet de la esperanza, de depender de un voto, de un senador, que es lo que necesita el coro de barrenderas y barrenderos que como plaga de ya saben de qué salen rastreros de por entre las otrora magníficas puertas de Palacio Nacional. Un triste voto de los que, es bien conocido, se compran (hay escobas a las que en vez de popotillos les cuelgan billetes) o se adquieren mediante extorsión, y en México (sigamos con las fatalidades) el extorsionador maestro los últimos seis años ha sido el Gobierno federal. Por eso -insisto, este sentimiento era hace unos días- el clamor era ¡estamos perdidos! El Presidente barre de arriba abajo y nos echa encima la basura que con denuedo ha acumulado en el mínimo escalón de la mera cima; al fin, todas, todos iguales según su noción de igualdad: inmundicia política acomodada igualitariamente.

Repito: sin embargo, en menos de una semana la esperanza volvió a instalarse en el sillón alto de la sala nacional. La convidaron los trabajadores en paro del Poder Judicial de la Federación. Le abrieron cancha, increíble pero así ha sido, personajes que hace un mes no valían un comino, impresentables presidentes de partido, políticos de la muy vieja guardia retacados de asegunes, y políticos recién salidos del horno que hablan bien y lo inusitado: tienen convicciones, éticas y políticas, que van más allá de medrar personalmente. Analistas, mujeres y hombres, especialistas en derecho, en ciencia política, en decencia. Periodistas que se la han jugado sin miedo, o con miedo, pero sin rendirse, que no ocultaron la palabra ni guardaron la pluma, y detrás de ellos dueños de medios de comunicación que no bajaron el switch (los hay). Por supuesto las y los estudiantes que practicaron el más democrático de los deportes: tomar las calles, y con ellos universidades que no calcularon beneficios futuros creyendo poder evitar que la escoba los tocara, expresaron su parecer académico respecto de la última carcajada del barón de Tabasco, derruir la república al ritmo de lo caido caido y háganle como quieran.

Pásele, doña esperanza, que gusto tenerla entre nosotros, disculpará el tiradero, nos hemos entregado al fatalismo del tipo que Carlos Fuentes dejó por escrito: “Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer.”, y no habíamos tenido tiempo de considerarla. Ahora estamos mejorcito y más porque la vemos a usted. Sí existe y mírese nomás, como si nada, como si siempre, como si lo deseable fuera posible. No nos mire de ese modo. Fíjese que si queremos que la organización republicana del país no quede en manos de una camarilla que busca encadenarse al poder, dependemos de que ninguno de los senadores de la oposición, y no se vaya a espantar, son del PRI y del PAN, y de Movimiento Ciudadano. Si una, uno, se raja y vota a favor de instalar Escobatitlán (escribiría Ibargüengoitia: Escobatitlán, Esc., en la región del Plan de Abajo), estaremos perdidos y lo peor: a lo mejor usted tendrá que volver a lo oscurito, pues será difícil, costoso, peligroso y quizá estéril invocarla, al menos en voz alta.

Es refrescante, incentivo para la esperanza, dejarse llevar por el ensueño de suponer que en el senado hay un bloque sólido de opositoras, de opositores a prueba de todo. Un bloque conformado por individuos convencidos de su valor como parte del todo que defiende no el estatus quo, sino el puente que el oficialismo quiere hacer volar, por el que pluralmente cruzaremos a hacer reformas en consenso, no para defender personas sino principios. Increíble, o no tanto, que luego de un trance nacional que abarca dos siglos estemos en manos de la integridad de unos cuantos, no nomás para echar atrás la reforma al poder judicial, también la militarización galopante (en la que el palo de la escoba es una bayoneta) y la desaparición de los organismos autónomos que en democracia nos dimos.

Al cabo ¿es ensueño? Pregunto y la realpolitik amaga con tomar el control, con su carga de pragmatismo carente de moral, con su carga de evidencias históricas, con su carga de popularidad convertida en sinónimo de verdad y bondad. No obstante: la esperanza. Prendida de un elemento que contiene lo dicho: resistencia, que como en pocas ocasiones ha retumbado sonora y unida contra las decisiones autoritarias. Si el mal se consuma, los escenarios, con el telón abajo, ya fueron delineados. Si se impone lo inusitado, el voto de la oposición sin fisuras, no sólo habremos ganado esta batalla, habrán quedado las bases para conjurar el terror latinoamericano: ser nación de un solo hombre, de una sola mujer, para lo que dispongan, vestidos de una idea de pueblo verde olivo, la suya, que las manifestaciones de inconformidad desmienten.

agustino20@gmail.com

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