En el universo del béisbol profesional, donde convergen talento, disciplina, espectáculo y negocio, los retornos siempre despiertan controversia, sobre todo cuando quienes aspiran a ellos arrastran consigo episodios que trascienden lo deportivo. Tal es el caso del lanzador mexicano Julio Urías, quien tras cumplir una prolongada suspensión derivada de acusaciones por violencia doméstica, se encuentra -según su representante Scott Boras- disponible para ser contratado por algún equipo de las Grandes Ligas, o incluso incorporarse a una escuadra de ligas menores afiliada al sistema de la Minor League Baseball.El zurdo sinaloense, quien desde muy joven mostró una extraordinaria capacidad desde el montículo con los Dodgers de Los Ángeles, equipo con el que conquistó una Serie Mundial y fue pieza clave durante varias temporadas, carga ahora con el pesado lastre de una conducta que violó flagrantemente las políticas internas de la MLB. Aunque en el terreno jurídico la situación se mantuvo sin una sentencia condenatoria firme, en el ámbito administrativo de las Ligas Mayores la presunción de culpabilidad fue suficiente para imponerle una sanción significativa.Se habla mucho de redención, de segundas oportunidades, y no son pocos quienes consideran que Urías, a sus 28 años y con el físico aparentemente intacto -gracias a un régimen privado de entrenamiento constante-, podría aportar aún mucho al béisbol. No obstante, más allá de sus aptitudes deportivas, lo que está en juego es la percepción pública, la imagen institucional de las organizaciones que pudieran estar interesadas en sumarlo a sus filas, y sobre todo, el mensaje que se emite a la sociedad al respecto de la violencia de género.Urías no es el primer caso de un pelotero sancionado bajo el código de conducta de la MLB. Ahí está el antecedente de Roberto Osuna, también mexicano, quien pese a haber salido avante en lo legal y cumplido la suspensión correspondiente, no logró reinsertarse en el circuito estadounidense. En su caso, debió emigrar al béisbol japonés para retomar su carrera, donde por cierto ha brillado, pero lejos del reflector de las Grandes Ligas. Es un precedente que no puede ignorarse cuando se analiza el incierto porvenir de Julio.El nombre de Urías ha vuelto a sonar con fuerza en el entorno mediático beisbolero. Se rumora que varias franquicias, entre ellas los propios Dodgers de Los Ángeles -con quienes mantiene una historia compartida de luces y sombras- estarían valorando una posible reincorporación del lanzador zurdo. También se mencionan equipos como los Yankees de Nueva York, los Bravos de Atlanta, los Astros de Houston, los Padres de San Diego, los Mets, los Medias Rojas de Boston y los Phillies de Filadelfia. Algunos con interés auténtico, otros simplemente observando el entorno, midiendo reacciones, sopesando riesgos.Pero más allá de lo que se dice y se especula, la verdadera interrogante sigue siendo si el ambiente del béisbol estadounidense está preparado para aceptar nuevamente a un jugador que ha violentado normas éticas fundamentales. Porque si bien el deportista puede cumplir con lo administrativo y lo legal, el juicio de la opinión pública es severo y en muchas ocasiones, irreversible.No es sencillo separar al atleta del ser humano. En un mundo cada vez más sensible a las problemáticas de violencia de género, tolerar o justificar el regreso de alguien con antecedentes de este tipo puede derivar en severas críticas y un impacto negativo en la imagen de cualquier organización. De ahí que, aunque Urías tenga el talento, la edad y la disposición para regresar, no es garantía que algún equipo quiera asumir el costo reputacional que eso implicaría.También es cierto que Estados Unidos es un país con una profunda cultura del perdón y de la reinserción. No son pocos los casos de figuras públicas que, tras episodios lamentables, han sabido redimirse con acciones consistentes y auténticas. Si ese fuera el camino que Urías desea recorrer, tendría que comenzar no solo por lanzar rectas y curvas con la precisión que lo caracteriza, sino también por asumir públicamente una postura responsable, sincera y comprometida con la no repetición, con el respeto a la mujer, y con la transformación personal.Julio Urías podría tener una oportunidad única de demostrar, con hechos y no sólo con pitcheos, que ha aprendido de sus errores. Y eso, en el deporte como en la vida, vale más que cualquier victoria. Lo que falta por saber es si habrá quien le extienda la mano.