Yo no escribí el título de esta columna sino un robot inteligente. De hecho fue la tercera opción que me dio tras pedirle un titular “más atractivo y contundente”. Ustedes también pueden solicitarle lo que quieran. Descubrí el ChatGTP gracias al Pato, un amigo ingeniero. En una reunión me contó, aún sobrios, que este robotito le armó a su novia un sistema de evaluación de desempeño de sus empleados. Allí mismo lo probamos. Le pedí un breve ensayo sobre Cayo Julio César y la caída de la República. Lo redactó frente a mis ojos en segundos. Luego Pato le pidió que reescribiera ese mismo texto pero al estilo de Shakespeare. Lo versificó con rimas en inglés y todo. “Interesante”, comenté fingiendo calma. En el fondo sentí el mismo júbilo inquietante que en 1995 cuando navegué por primera vez en Internet. Me puse a investigar. Nuestro amigo ChatGPT está disponible en línea para cualquier internauta por ahora (https://chat.openai.com/chat). Lo desarrolló la empresa OpenAI especializada en inteligencia artificial y sistemas autónomos. Funciona como un buscador, pero con anabólicos. A diferencia de un chatbot con respuestas preprogramadas, ChatGPT realiza tareas de procesamiento natural del lenguaje, responde directamente, se adapta y aprende de la conversación. Como un humano. Por ejemplo, puedes explicarle las reglas de un juego y juega contigo. Puede escribir las cláusulas legales genéricas de un contrato. Algunos ingenieros crean códigos y scripts funcionales con él. Entre más la usas para una tarea, más aprende y mejora su resultado. Es capaz de admitir errores, corregir y negarse a producir contenido ofensivo (también se equivoca). Lo mismo escribe una canción, un poema o un trabajo de investigación. Habla inglés y español. Por ejemplo, le pedí una historia de 50 palabras sobre una ministra que plagió su tesis. Aquí el resultado: “La ministra, con ambiciones políticas, plagia su tesis de licenciatura. Sin embargo, su mentira pronto es descubierta y su carrera se derrumba en la vergüenza pública. A pesar de sus esfuerzos para esconder la verdad, su reputación quedó dañada para siempre”. Este modelo de inteligencia artificial opera gracias a millones de documentos, libros, textos y conversaciones albergadas en Internet. Se trata de un modelo avanzado de generación y comprensión de textos. Pero ya hay otros como Midjourney, un programa de inteligencia artificial que produce imágenes a partir de descripciones textuales. Los grandes saltos tecnológicos se dan en cuestión de años. Varios autores coinciden en que esta es la década de la inteligencia artificial. La lista de sistemas computacionales autónomos empieza a crecer. ¿Se imaginan el impacto de estos sistemas en todos los aspectos de nuestra vida? Justo cuando creíamos que lo habíamos visto todo… Inversiones inteligentes en los mercados, clases inteligentes, historias y contenido producido por medio de algoritmos, etc. ¿Será que podríamos sustituir a más de un diputado? De hecho, el algoritmo que predice nuestros gustos de acuerdo a los sitios de internet visitados es una probadita de ese salto mortal al vacío.Isaac Asimov, escritor de ciencia ficción, narra en su novela Franchise cómo una gran máquina de inteligencia artificial resuelve las elecciones en Estados Unidos. El sistema analiza a un solo votante, elegido de forma algorítmica, pues representa los intereses del ciudadano promedio, para decidir al nuevo Presidente a partir de un análisis de su perfil. En uno de sus apartados, OpenAI lanza esta advertencia: “ChatGPT ocasionalmente inventará hechos o alucinará los resultados. Si encuentra que una respuesta no está relacionada, envíe sus comentarios usando el botón “Me gusta”. Humano, ¿demasiado humano? jonathan.lomelí@informador.com.mx
