Miércoles, 09 de Julio 2025
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Gente sin casa, casas sin gente

Por: Rubén Martín

Gente sin casa, casas sin gente

Gente sin casa, casas sin gente

La masiva manifestación de protesta el domingo pasado en contra de las rentas caras y el difícil acceso a la vivienda en la Ciudad de México volvió a poner en primer plano el tema de la gentrificación en las principales ciudades del país. Aunque las consignas en contra de la presencia de extranjeros en México, especialmente de Estados Unidos, junto con los daños a algunos negocios y restaurantes de las colonias Condesa y Roma, acapararon los titulares, no debemos olvidar que el núcleo de la protesta fue en contra de los procesos de gentrificación en las ciudades mexicanas.

La gentrificación, se ha explicado reiteradamente por los especialistas, es el proceso mediante el cual pobladores de ingresos altos van encareciendo colonias o barrios céntricos y mejor equipados en servicios, en contra de los habitantes de más larga estancia pero con menores ingresos. También se asocia con procesos de cambios culturales, gastronómicos, arquitectónicos y estéticos asociados a la moda hipster. En general, son procesos de cambios en algunos barrios o zonas de las ciudades mexicanas que están transformando los entornos urbanos y provocando cambios y tensiones sociales.

La literatura especializada asocia la gentrificación con cinco procesos: “especialización comercial; el encarecimiento del suelo y la especulación inmobiliaria; la apropiación del patrimonio tangible e intangible, reconocido o no reconocido por instituciones oficiales; el deterioro de las condiciones para habitar de las clases populares, y los conflictos que surgen entre habitantes y turistas” (David Navarrete y Alma Pineda, 2022, citado por el colectivo Éxodos).

Al discutir la gentrificación, se piensa casi en automático en los cambios de entornos urbanos contemporáneos. Pero, en realidad, la gentrificación es un concepto creado por historiadores y sociólogos que estudiaron el nacimiento y desarrollo del capitalismo.

Immanuel Wallerstein dedicó varias páginas a describir el fenómeno de la gentrificación, es decir, el papel de los gentry en la transformación de la agricultura tradicional en agricultura ya capitalista. En su primer tomo de El moderno sistema mundial (Siglo XXI, 1999), cita a su vez al historiador Marc Bloch en un libro sobre la historia rural francesa: “En Inglaterra, la caída del absolutismo permitió, en beneficio de la gentry, la difusión del famoso movimiento de los ‘cercamientos’, la transformación de los métodos técnicos, pero también, en la práctica, a causa de esta transformación y de sus defectos, la ruina y desposesión de innumerables arrendatarios”. Aquí el término central es “cercamientos”, con el que se describían los procesos de apropiación privada de las áreas agrícolas, bosques y cuerpos de agua que eran de uso común y que eran despojados para uso particular por algunos terratenientes o gentry. Es decir, apropiación privada de territorios y bienes comunes.

Si nos quedamos con esta definición, no es ocioso recordar el origen del concepto gentrificación, porque ya fuera para recordar los orígenes del capitalismo inglés o europeo en los siglos XVII y XVIII, nos remiten a los modernos procesos de apropiación y rentabilización del uso del suelo urbano por los modernos gentrys: los terratenientes o acaparadores del uso del suelo urbano en las ciudades contemporáneas, ya sean de México u otras partes del mundo.

El punto central es que el uso del suelo urbano, que debería gestionarse para beneficio colectivo y así garantizar el legítimo derecho a la vivienda, en realidad entra en procesos de especulación privada donde aparecen, por un lado, los acaparadores del suelo: empresas inmobiliarias, casas financieras y ahora plataformas como Airbnb, que en conjunto provocan procesos de gentrificación que niegan de plano el derecho a la vivienda a millones de personas, ya sea por el precio inaccesible para adquirir casa o departamento propio o por el aumento incesante de las rentas en las mejores zonas o barrios de nuestras ciudades.

Al final, ocurre que hay “gente sin casa y casas sin gente”, como el colega periodista Andrés de la Peña define la gentrificación. Es necesario discutir y criticar la gentrificación a fin de pensar en soluciones comunes para garantizar que el derecho a la vivienda esté en manos de la sociedad y no en manos de un puñado de empresas privadas orientadas al lucro y la ganancia.

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