Viernes, 26 de Abril 2024

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Gabriel Casillas Moreno

Por: José Luis Cuellar de Dios

Gabriel Casillas Moreno

Gabriel Casillas Moreno

Si alguna de las muchas virtudes que distinguían a “gabrielon” era la que con acierto definió el gran filósofo y poeta norteamericano Ralph Waldo Emerson: “Amigo es aquel cuya compañía no nos impide pensar en voz alta”.

Tengo la fortuna de pertenecer a un grupo de amigos que disfrutamos mes con mes de comidas que se prolongaban largas horas, del verbo “ya no tanto”, por aquello del inevitable caminar de su majestad el tiempo, en las que la presencia de Gabriel era la “sal” de la mesa, Carlos Arias, Miguel Mora, Pepe Marull, Alberto Orozco, Ricardo del Valle, Carlos Fernández y el que esto escribe, consumíamos el tiempo  gozando de horas alimenticias en ambos sentidos.

Gabriel, hombre culto y de inteligencia clara, camino a lo largo de su vida con tal postura, que con independencia de sus muchos atributos personales aplicó uno que caminaba en pos de lograr que profesional, familiar y socialmente, la vida fuera digna de ser vivida.

Defendía sus creencias, fueran cuales fueran y alentaba sus convicciones con fuerza y sencillez argumentativa. En su productiva y larga intervención en el sector público aplicó sus muchos conocimientos académicos y profesionales, sobre todo en el área de la planeacion urbana, actuando siempre bajo la condición de la lógica objetividad.

Respetuoso esposo y amoroso padre logró una alianza familiar aplicando la suave mesura del sabio. Nunca encendió los fuegos del encono y su sentido de la tolerancia lo ejercía con valentía, como con valentía enfrentó y soportó sus últimos días en los que ante el dolor y la adversidad, demostró ser un hombre de primera persona en singular.

Gabriel no pudo evitar ser quien fue y así lo demostró en los días terminales, en sus últimas horas, pocos días antes de su despedida nos comentó: “Me doy cuenta con notable admiración de la enorme cantidad de amigos que tengo, los buenos deseos que me han manifestado tantas y tantas personas en estos momentos difíciles dan cuenta de que mi paso por la tierra ha valido la pena”, lo dijo una y mil veces ante las muestras de cariño y preocupación que esa red de afectos tejida por tantos y tantos amigos le cubrieron antes de su partida.

A Gabriel le preocupaba la depresión que produce el tiempo mal empleado, de ahí la relevancia de sus aportaciones profesionales, de ahí la inquietud de la reuniones de amigos, de ahí su afición a la lectura, al arte, pero sobre todo a la vida en armonía.

Te cito “gabrielon” como un último adiós -no te digo como un momentáneo adiós por aquello de la superstición- una estrofa del poema de Gilgamesh, anónimo, que alguna vez al calor de unos tragos hicimos alusión: “Cuando los dioses crearon a los hombres/ decretaron que estaban destinados a morir/ y han conservado la inmortalidad en sus manos”.

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