Ahora que andamos en ánimo de resucitar tradiciones, ojalá no despertemos el fantasma de la maldición del sexto año de los gobiernos priistas.Habrá que ver los movimientos que realice el Presidente Enrique Peña Nieto para conjurar, en la medida de lo posible, turbulencias en la economía y la seguridad. En este último, la precariedad en que se encuentra el país, sin cabeza desde hace más de un mes en la Procuraduría General de la República, debería ocuparnos más.A menos de que demos por buenas las versiones que apuntan a que el tema de los fiscales pendientes de nombramiento empezará a destrabarse gracias a un peculiar acuerdo que habría nacido en una fiesta, en un bautizo reseñado en El Financiero por Pablo Hiriart. Como bien destacara el director general de información política de este diario en su columna del 21 de noviembre, el brindis con motivo del ingreso a las filas del catolicismo del hijo del gobernador de Chiapas Manuel Velasco se convirtió en una plural convivencia de figuras de distintos partidos, comenzando por el Presidente Peña Nieto, que ahí alternó con Dante Delgado (MC), Miguel Mancera (¿?) y Santiago Creel (PAN), entre otros. (https://goo.gl/A91Yjn)Hay quien sostiene que en esa ocasión aleteó la mariposa que días más tarde abrió el cerrojo legal que mantenía cerrada la cárcel para el panista Guillermo Padrés. Según esa versión, la conducta zombie de la PGR, que dejó correr los diez días que tenía para apelar la decisión de un tribunal que no encontró elementos para mantener en la cárcel al ex gobernador de Sonora por el delito de delincuencia organizada, es tan inusual que incluso podría acarrear responsabilidades para algún funcionario de esa acéfala fiscalía. Es, digamos, de oficio que tienen que apelar. Se sabe que desde hace años, para bien o para mal, la orden que tienen los ministerios públicos federales es que deben impugnar un fallo adverso. ¿Se imaginan a un MP desacatando una orden tan puntual? La posibilidad de un acuerdo político para dejar que Padrés siga sus otros procesos en libertad es la única explicación medianamente lógica a la omisión de la PGR. El Gobierno federal habría preferido los reclamos de la gobernadora Claudia Pavlovich a cambio de la aprobación panista de un fiscal del cual todavía no tenemos santo o seña.Quién sabe si, por su parte, el PAN ha calculado bien los costos que para su imagen tendría, en el inminente proceso electoral, tener al impopular Padrés en las calles. Los priistas saben que incluso alguien ya tan exprimido en el discurso de que están combatiendo la corrupción como el tabasqueño Andrés Granier vale más en la sombra durante un año electoral que en la calle. El tricolor no necesita más símbolos de impunidad que irriten al respetable. ¿Acción Nacional quiere darse ese lujo? Porque una raya más al tigre de la ineficaz PGR no pesa mucho, pero que una muestra viviente de que los panistas son iguales que los priistas, que los Padrés se salen con la suya gracias a mecanismos legaloides, abonará bien poco a la idea de que el partido de Ricardo Anaya aprendió del desencanto de la gente con los sexenios azules.En todo caso, subsanar la falta de fiscales es buena idea (no sé si al precio de liberar a Padrés) si lo que se busca es cabalgar con menores sobresaltos un periodo en el que la clase política llevará la polarización al máximo. Ojalá no desperdicien tan singular maniobra enviando un perfil sin perfil para la fiscalía que habría costado el entripado de Pavlovich y no pocos mexicanos.