Jueves, 28 de Marzo 2024

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Fanatismo

Por: Maya Navarro de Lemus

Fanatismo

Fanatismo


El fanatismo obedece a una necesidad. Muchos de nosotros tenemos ideas preconcebidas de cómo quisiéramos que las cosas sucedieran; tratar, desesperadamente, que ocurran, es fanatismo. La adaptabilidad de uno mismo hacia el mundo caracteriza a las especies más capaces de sobrevivir; pero nunca al revés, el mundo no se adaptará a nuestra forma de pensar.

La mejor forma de ver a nuestros pensamientos es considerarlos herramientas, es decir que, de la misma manera que no podemos solucionar todo con un martillo, tampoco podemos creer en todo lo que pensamos. Dentro de esa caja de herramientas existen los pensamientos que nos ayudan a lograr metas o evitar posibles pérdidas, podríamos llamarles pensamientos determinantes. Pero cuando usamos estos pensamientos con demasiada frecuencia, se distorsionan en obsesivos. Un pensamiento obsesivo llega constantemente a nuestra consciencia cargado de emociones y cuando se expresa en conducta, es conocido como compulsión.

Una persona denominada fanático tiene pensamientos obsesivos acerca de su idea del mundo. Por ejemplo, puede percibir a un político como el mesías esperado y estar constantemente invadido por pensamientos que justifican esa idea. Pero no sólo eso, el fanático desea que todos compartan esa idea, así que se la pasa buscando pruebas que sostengan su ideología, y las que no lo hacen, son desechadas, ignoradas o incluso, ni siquiera percibidas.

La diferencia entre un fanático y un aficionado es que este último muestra agrado por cierto grupo o equipo, obtiene sus productos, va a sus conciertos, pero conscientemente sabe que hay más grupos igual de buenos y saberlo no le llega a afectar. Aquí conviene observar que el límite de lo normal está donde los gustos del fanático no impiden cubrir sus necesidades.

La escritora hace una exploración en este tema.

Cuando se prefiere pagar el partido de fútbol a pagar la renta, ya estamos hablando de un problema; es decir se pierde la noción de realidad, cosa que también ocurre con los fanáticos.

Las reacciones agresivas de un fanático se comparan con cualquier adicción: pobre control de emociones y de impulsos, problemas con familia y amigos que no comparten su idea, aislamiento y la constante necesidad de aprobación o reconocimiento de los demás. La idea pasa a ser más importante que ellos mismos, estarían dispuestos a sacrificar algo con tal que todos vieran que tiene razón.

La mente siempre tiende a ahorrar energía, todos sus procesos van encaminados a hacer lo mayor posible con la menor cantidad de recursos. El fanatismo suele ser parte de uno de estos procesos. Al ser seres sociales, la idea del grupo está instalada en nuestras formas de actuar, por lo tanto, la tendencia a pensar igual que los demás está siempre latente por motivo de supervivencia, somos menos vulnerables cuando pertenecemos a un grupo. El fanático, al seguir estas tendencias, toma la ideología del líder (o de quién él considera líder) y la adopta como propia; es claro que todos tenemos capacidades para pensar por nosotros mismos, pero hay que tener en cuenta que lo que busca el cerebro es ahorrar energía copiando el pensamiento de otro. Lo paradójico es, que también se gastan muchos recursos al defender esa idea, a causa de eso los fanáticos entran en un círculo vicioso tan difícil de aceptar.

Para los fanáticos, es casi imposible ver el mundo desde otro punto de vista. El egocentrismo empuja a creer que ‘lo que yo veo, es lo que ven (o deberían ver) todos’. Una persona con ideas obsesivas acerca de un tema es una persona egocéntrica, incapaz de sentir empatía por el otro. Ese otro se ve como obstáculo y no como otro ser que también tiene derecho a ver las cosas como su experiencia se lo permita.

El fanatismo es querer meter el mundo en nuestro propio molde y renegar cuando no cabe. Obviamente, este problema aumenta su gravedad con el paso del tiempo, y si se quiere llevar una mejor calidad de vida, es bueno revisar otras perspectivas. No para cambiar su idea, sino para adaptarla según la situación lo requiera, desarrollar capacidades críticas y utilizar los pensamientos sin que ellos nos utilicen a nosotros.

No está mal tener un gran gusto o simpatía por algo o alguien, pero debemos tener muy presente que la rigidez del pensamiento nos aleja de la realidad, pues en todos los contextos la variabilidad y el cambio es lo que permanece.

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