Martes, 23 de Abril 2024

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Ese 40 de siempre

Por: Pablo Latapí

Ese 40 de siempre

Ese 40 de siempre

Llama la atención que el Gobierno del Estado haya informado apenas el domingo pasado que después de que anunció hacía una semana un endurecimiento en las medidas de aislamiento por la epidemia (aunado al uso obligatorio de cubrebocas en espacios públicos) se haya reducido la movilidad de la ciudad a un 40 por ciento, cuando en realidad lo que hemos visto en las calles es todo lo contrario: da la impresión que el uso obligatorio de cubrebocas fue una especie de salvoconducto que, al utilizarlo, permite salir a todas las personas sea o no esencial su labor, siempre y cuando lleven cubrebocas.

Es un hecho que la ciudad se ha relajado; se ve en las calles.

Y es que el Gobierno enfrenta dos factores claves por los que hay resistencia o apatía a seguir las medidas de aislamiento. Uno, es el tradicional 40-60, es decir, de siempre es sólo el 40 por ciento de la población el que suele acatar las normas, seguirlas, pagar impuestos, y apostarle a hacer las cosas correctamente.

El 60 por ciento restante, para ponerlo en términos coloquiales, suele hacer “de su vida un papalote”, no paga impuestos, vive en la informalidad, se pasa las normas por salva sea la parte y hace muy difícil la convivencia. Suele asumir permanentemente que “no pasa nada” si no se respetan las reglas, y suele salirse con la suya porque la impunidad (el no castigo a quien no observa las leyes) es muy alta, de más del noventa por ciento.

Y el otro factor que ha enfrentado el Gobierno es su limitada capacidad para comunicar; insiste en restringirse a hacerlo a través de redes sociales, cuando una situación de emergencia como la contingencia por los contagios de COVID-19 obligaría a desplegar un ejercicio masivo de comunicación que permita a las autoridades estar visibles permanentemente con la información útil y necesaria para cada etapa de la emergencia.

La mezcla de la apatía del 60 por ciento, más la limitada difusión de los mensajes, provoca una distorsión en la forma en que la comunicación llega a los sectores más populares. 

Sólo así se explica que la medida obligatoria de utilizar cubrebocas haya sido tomada como una imposición autoritaria del Gobierno (y no una medida de prevención contra los contagios) y que por tanto una buena cantidad de personas se rebelaran no contra el cubrebocas, sino contra los policías que les obligaban a utilizarlos.

Los mismos policías municipales tampoco entendieron claro el mensaje, pues en lugar de enfocar sus baterías a evitar que estén en las calles quienes nada esencial tienen que hacer, le dieron la vuelta al tema y prefirieron ocuparse del tema del cubrebocas.

En fin, aprendizajes de una situación excepcional, que también arrojará resultados excepcionales.

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