Miércoles, 16 de Julio 2025

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El secuestro de la atención

Por: Jonathan Lomelí

El secuestro de la atención

El secuestro de la atención

Hace unos días me senté en la cocina económica de un mercado municipal (evito comer en cafecitos aesthetic por malos y caros pues la diferencia suele ser de tres a uno).

Los meseros, un par de adolescentes, scrolleaban su celular ante la poca clientela. Ni me voltearon a ver. Tras esperar unos minutos razonables hice una señal de auxilio que captó la atención de uno.

–Qué va a querer, preguntó, ausente en su rostro cualquier sentimiento de agrado o molestia, mientras sacaba su libretita y un lápiz.

En estos casos evito rodeos y simplifico:  

–Un chile relleno con arroz y agua de jamaica, atajé. 
–¿Arroz rojo o blanco? 
–Blanco.

Fue un intercambio perfecto, digno de Wimbledon. Sin falsas cortesías.

Minutos después, el mesero regresó con mi agua de jamaica. Y casi de inmediato, para mi sorpresa, llegó mi chile relleno, pero el arroz era rojo.

A riesgo de sonar chocante, inquirí al mesero:

–Pedí arroz blanco, ¿se puede cambiar?

Sin decir palabra, tomó el plato y se retiró. Minutos después, el segundo mesero, que asumí estaba recargado de mayor autoridad, se me acercó:

–¿Usted pidió el chile relleno con arroz blanco?

Se lo confirmé y asumí que tomaría cartas en el asunto, pues lo noté dispuesto a resolver.

Minutos después llegó, otra vez, el primer mesero, con mi platillo.

Más que molestia sentí sorpresa. Limpié mis lentes y observé el arroz.

No había duda: era rojo.

Le hice la observación al mesero, más incrédulo que alarmado. En este punto tuve la impresión de que estábamos al borde de una crisis de nervios y alguien terminaría por arrojar el plato al otro.

Me arriesgué e insistí por última vez que mi arroz, por caridad de dios, fuera blanco.

El mesero lo retiró. A lo lejos, en la cocina, vi que se realizó una especie de cónclave. Los dos meseros adolescentes y un cocinero deliberaban. Al centro estaba mi chile relleno, objeto de aquel parlamento.

Poco después, el primer mesero se aproximó con el chile relleno y el arroz. Al colocarlo sobre la mesa, me proporcionó una información valiosa, que zanjó cualquier polémica:

–Aquí no tenemos arroz blanco, sólo rojo.  

***

Dudé mucho en compartir esta anécdota, sobre todo porque ignoro su significado. Escribirla quizá me ayude a comprender.

Mi única explicación –se aceptan sugerencias– se relaciona con un problema de pérdida de la atención.

En la vida cotidiana observo cada vez más situaciones en donde la capacidad de atención disminuye. No es un asunto exclusivo de adolescentes o jóvenes, lo he notado también en adultos.

Numerosos estudios indican que el uso excesivo de las pantallas generan deficiencias en la atención focalizada,  deterioran la memoria y reducen la capacidad para el enfoque profundo.

¿Estamos ante nuevas formas de deterioro cognitivo inducidas por el entorno digital?

No se trata de satanizar ni de “juvenear” a los nativos digitales, pues brutos hay en todas las generaciones.  

Porque de otra manera… ¿de qué estábamos hablando? 

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