El PRI se debate internamente por el método de elección de su presidente nacional. Argumentos van y vienen en torno a si debe hacerse una elección abierta a toda la militancia o si debe ser solo de delegados. El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, defiende la primera postura; el ex secretario de Salud, José Narro Robles, la segunda. El riesgo de ir a una elección abierta a los militantes sin un padrón confiable no es solo que miembros de otros partidos operen la elección o simplemente que gane el más mapache; el riesgo de fondo es que, de un padrón supuesto de seis millones de militantes, no convoquen ni a una sexta parte. La pregunta importante es, pues, anterior al método: ¿a quién le importa el PRI?Independientemente de quién gane la elección interna, lo que el PRI de esta era tiene que responder es cuál es su aportación y su pertinencia en el espectro político del país. Morena parece haberles arrebatado todas las banderas y una buena parte de la base. Y, si los programas sociales logran, como pretende el Presidente, impactar uno de cada dos hogares, habrán perdido también las clientelas.Los dos candidatos principales coinciden en que el PRI debe ser de izquierda, pero no dicen qué entienden por ello. Más allá de renegar el pasado reciente, vapuleado en las elecciones del año pasado, los priistas no parecen tener claro qué banderas quieren enarbolar. López Obrador está gobernado con los cimientos que creó el partido emanado de la revolución: está usando el catecismo de la patria, una narrativa simplista y coherente en sí misma que ellos mismos crearon en los libros de historia para justificar su permanencia por 70 años; usa como símbolos a los héroes que el PRI seleccionó y elevó a los altares de la Patria; apela a los principios que ellos abandonaron. Renegar de la etapa neoliberal y plantearse en abstracto ser un partido de izquierda sin más definición que el apoyo a las causas populares es salir al mercado político con un producto que ya fue sustituido por otro, que no hace diferencia y que huele a viejo.Administrar una franquicia de un partido que obtuvo 16 por ciento en la elección presidencial es un buen negocio y un factor de poder. Pero su tendencia es claramente a la baja: sólo 11 por ciento se identifica con él, 14 tiene una opinión positiva -frente a 69 que tiene una opinión negativa- y solo 10 por ciento de los ciudadanos votarían por él actualmente (Encuesta GEA/ISA, marzo 2018).Lo importante para el PRI, y si me apuran para el país, es entender para qué están y eso no parece estar en el debate.(diego.petersen@informador.com.mx)