En un México hay toda una discusión política sobre la independencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la primera ministra presidenta mujer y la caída de un techo de cristal después de 200 años. En el otro México, tras un ataque y un motín en un penal de Ciudad Juárez, asesinan a 17 personas -una decena eran custodios-, y 30 reos se fugan. Por la puerta principal abandona la cárcel un capo, Ernesto Alfredo Piñón, alias “El Neto”, sentenciado a 140 años de prisión por homicidio, secuestro, trata de personas y delincuencia organizada. En su celda encuentran 1.7 millones de pesos y todas las comodidades. En un México, el Gobierno de Jalisco informa que los homicidios bajaron 22% según arbitrarias comparaciones estadísticas y extraños criterios para clasificar la muerte, y ese mismo día, en el otro México… amanecen calcinados dos cuerpos en Lagos de Moreno, en un tiroteo la Policía abate a tres presuntos criminales en ese municipio, más tarde como represalia asesinan a dos vástagos de una comandante, y en la madrugada se escuchan ráfagas ocasionales y un helicóptero sobrevuela el pueblo casi toda la noche. Todo el mismo día. En un México, el Gobierno de Jalisco culpa a Zacatecas de la desaparición de cuatro ocotlenses. Y Aldo Marín, secretario de Seguridad zacatecano, lo califica como un “problemilla”, así en poquito. En el otro México, decenas de jaliscienses exigen seguridad en la zona limítrofe. Entonces ambos gobiernos prometen “reforzar” el patrullaje, como tantas veces anteriores, que podríamos hablar ya del delito de “seguridad reforzada” cuando una autoridad promete que solucionará los altos índices criminales en una región sin que nada ocurra. En un México, el Gobierno y la oposición debaten sobre la independencia judicial que acapara toda la discusión pública. El juego político de unos y otros secuestra la opinión pública por días enteros. ¿Cuál independencia judicial? Si con un operativo criminal, un comando a bordo de furgonetas blindadas liberó a 30 presos de alta peligrosidad, la mayoría sentenciados por delitos graves, y que los jueces ordenaron recluir. ¿Cuál independencia judicial? Si al escritorio de los juzgadores en México sólo llega uno de cada 10 casos de homicidio porque en el resto simplemente no hay indicios ni avances ni detenidos para juzgar. ¿Cuál independencia judicial? Si ante uno de los flagelos más dolorosos en México, las desapariciones, los jueces han emitido apenas 36 sentencias por este delito en todo el país. Mientras en un México celebramos la caída de techos de cristal, el otro México se nos cae a pedazos. jonathan.lomelí@informador.com.mx