Viernes, 26 de Abril 2024

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Don Evaristo

Por: Carlos Enrigue

Don Evaristo

Don Evaristo

Resulta perfectamente sabido y confirmado plenamente por casi todos los grandes científicos de este y varios mundos cercanos que la cruda es uno de los estados físicos cuyo dolor trasciende teorías acreditadas por la ciencia; un mal tan terrible que no hay una cura definitiva para ella, alivios sí, pero cura no. Resulta casi increíble que se haya encontrado cura teórica, cuando menos, o práctica de cuantas enfermedades han afectado al género humano, es más ya hay curas probadas contra enfermedades que no se han descubierto, pero no la cruda, que sigue siendo un flagelo de la humanidad. 

Don Evaristo -un cuico que para completar el gasto, además del servicio policial, acompañaba a algunos abogados a hacer embargos-, como todo ser humano que haya mortificado esta carne impura y pecadora con ingesta de alcoholes, al día siguiente de haber bebido le daba cruda, que muchos expertos fijan en grados, en sus niveles más elementales va de la sed, el vómito, el dolor de cabeza y la boca sabiendo a veinte de cobre hasta la inmovilidad física y sentir al chamuco abrazado del sufriente; pasando por estados medios tales como que te ladre un perro y por ello te subas a un árbol.

Don Evaristo se encontraba en uno de esos estados medios, traía un crudonón de pronóstico reservado y fue forzado, a pesar del sufrimiento, a asistir en pleno mayo a una reunión política y como tal, carente de todo interés. La reunión se celebraba en un pequeño salón y nuestro héroe, que no conocía a nadie, asistía vestido de civil, como representante de su jefe y al parecer todos los demás funcionarios también eran representantes.

En el sitio había una mesa de honor, con un mantel tricolor, y para sentarse ocho sillas y se entraba a los sitios importantes por un pequeño pasillo. A don Evaristo le correspondió la última silla, junto a la pared y para moverse -si pretendía hacerlo- tenía que atravesar los otros siete asientos hasta llegar al pasillo.

El sitio estaba a reventar (considerando que la asistencia era voluntariamente a fuerzas). Un fuerte olor a humanidad sudante y actuante se percibía. Mientras un sujeto hablaba cosas que nadie entendía y a nadie le interesaban. El hedor, reunido con la cruda, provocó en don Evaristo unas irrefrenables ganas de vomitar. Salir caminando era imposible; su aterrado vecino, próximo a recibir la guácara, le señaló se fuera por debajo de la mesa, lo cual le pareció aceptable al crudo genízaro, y se fue por debajo, los que estaban a la derecha en el proemio no se enteraron hasta que sintieron el movimiento de algo entre las piernas. Pensaron era un perro y lo empezaron a patear diciéndole: “pinche perro”, mientras en la gritadera se escuchó el grito de Evaristo “¡no me peguen, soy humano!”. La historia no cuenta los daños sufridos, ni si alcanzó a salir, pero golpeadito y capeado en basca debe de haber quedado.

@enrigue_zuloaga

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