Con bombo y platillo, el gobierno de la 4T festeja los seis años de la más perversa de sus creaciones: la policía nacional militarizada conocida como Guardia Nacional. Ninguna decisión de los gobiernos morenistas es tan controvertida porque contradice todas las ofertas de campaña, primero de López Obrador, quien prometió regresar al Ejército a los cuarteles, y luego de la hija del 68, quien se dice libertaria (tengo mis dudas de que la generación 68 reconozca la paternidad de la Presidenta Sheinbaum).Más allá de prejuicios e ideologías, la pregunta que hay que hacernos es si la Guardia Nacional logró su cometido: pacificar al país. La promesa hace seis años es que lo harían en seis meses, al menos eso dijo el presidente. Como evidentemente no cumplió, cambió el plazo a un año, luego a dos y después dejó de prometer para dedicarse solo a culpar al pasado. Seis años después, el país no está en paz. Los focos de violencia se han ido moviendo e incluso han aparecido nuevos. Estados que hace seis años no eran violentos, como Tabasco y Chiapas, ahora lo son. Ni hablar de la crisis de Sinaloa, que claramente no se resuelve con Guardia Nacional, o de los caminos de Guanajuato, donde la vida no vale nada. Bajó el número de asesinatos, es cierto, tanto como subió el número de desaparecidos no localizados. En la suma de ambos delitos, la violencia letal se redujo solo tres por ciento en el periodo de vida de la Guardia Nacional.La promesa hace seis años era que la Guardia nacería de la mano del Ejército, pero que se iría haciendo civil con el paso de los años. Sucedió exactamente al revés. Cada día que pasó, este cuerpo policial se hizo más dependiente de la Secretaría de la Defensa y hoy, en un chiste que se cuenta solo, dicen que la policía militarizada es civil porque la Presidenta es la comandante suprema de todas las fuerzas armadas, incluyendo a la Guardia Nacional, y por lo tanto el mando es civil.El argumento para decir que la policía militarizada ha sido un éxito es que goza de gran popularidad entre la población. Tengo mis dudas de que eso sea una buena medida de evaluación. La verdad es que el Ejército mexicano ha tenido desde hace décadas muy buena reputación, entre otras cosas porque no participaban en la vida pública. En la medida en que han ido ampliando su participación, se ha incrementado la letalidad de las fuerzas armadas, el número de personas muertas a manos de los militares, en detrimento de su imagen. La corrupción en el Ejército estaba encapsulada en los altos mandos, en las compras no fiscalizadas de las fuerzas armadas. Hoy la Guardia Nacional es parte de la corrupción cotidiana, esa que esquilma al ciudadano de a pie.Seis años después de la creación de la Guardia Nacional es poco lo que hemos ganado en términos de seguridad. Por el contrario, hemos perdido la posibilidad de tener una verdadera policía nacional civil y ganado una enorme presencia militar en el país, con todos los riesgos que ello implica.