Sábado, 04 de Mayo 2024

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AMLO y las masacres

Por: Diego Petersen

AMLO y las masacres

AMLO y las masacres

No los quiero preocupar, pero cuando el presidente menciona el avión presidencial es porque algo no está bien. Y eso que no está bien y que requiere un distractor del tamaño de un presidente hablando de bodas, quince años y bautizos, un jefe de Estado tratando de resolver un problema tan nimio e insignificante como la venta de un avión, se llama seguridad.

Hace unas semanas el presidente dijo que en México ya no había masacres, porque el gobierno no las ordenaba. Ante la terrible masacre de Zinapécuaro que dejó al menos 20 personas muertas no le quedó de otra que reconocer que era una masacre, independientemente de si quien dispara son miembros de las fuerzas armadas, policías o grupos delincuenciales.

Cuando hay que recurrir al diccionario es porque algo no está funcionando. Hoy en México ni siquiera está claro a qué nos referimos cuando hablamos de masacre. Para algunos especialistas, masacre es todo aquel acto en que se dispara a mansalva y hay tres personas o más muertas en el mismo evento. De acuerdo a esta definición, tan solo en los primeros dos meses de este año se registraron 80. Si la acotamos a los eventos donde mueren varias personas en un solo evento cuyo objetivo es la aniquilación sin distingos, la cifra ronda las 50 masacres en lo que va de este gobierno. No son los muertos de López Obrador, como tampoco lo eran de Calderón o de Peña. De lo que sí es responsable el presidente, como lo eran los anteriores, es de la política de seguridad que no está dando resultados.

El país está enfrentando un enorme reto: hay nuevas formas, cada día más violentas, de manifestación del crimen organizado que requieren respuestas del Estado y del Jefe del Estado

El vocero oficioso del presidente, Epigmenio Ibarra, dice que, ante la masacre de Zinapécuaro, hay voces histéricas que claman por soluciones rápidas y violentas y que fue la mano dura de Calderón la que impuso la violencia demencial que heredamos. Nadie pide regresar a la política de Calderón; quien decidió militarizar la seguridad, al igual que lo hizo Calderón, pero de manera definitiva, fue López Obrador. Nadie pidió soluciones rápidas y violentas; quien ofreció soluciones en el corto plazo si se le aprobaba la Guardia Nacional fue el presidente. Nadie le pide que se levante temprano ni que trabaje “como nunca antes” según sus propias palabras (el pleonasmo es suyo); lo que exigimos son resultados, nos da igual a qué hora y con qué frecuencia se hagan las reuniones. Lo que es exigible es que el gabinete de seguridad tenga como prioridad la pacificación del país y que el subsecretario no se vaya de licencia a promover la revocación cuando varias zonas del país están en llamas.

La seguridad no es un debate ideológico, ni un concurso de quién es peor presidente que quién. El país está enfrentando un enorme reto: hay nuevas formas, cada día más violentas, de manifestación del crimen organizado que requieren respuestas del Estado y del Jefe del Estado. Eso y no discursos o frases hechas es lo que debemos que exigirle al presidente y a todas las autoridades.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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