Viernes, 26 de Abril 2024

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Diario de un espectador

Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Diario de un espectador

Atmosféricas. K asegura que los jardines, bien llevados en la cuenta larga, son indestructibles y logran enderezar las necedades humanas con paciencia y tino. Puede que así sea. El jardín doméstico, después de los daños de las tormentas, parecía haber quedado totalmente desfigurado. “Se compone solo”, aseguró K, tranquilizadoramente. Y así ha sido: la bugambilia ahora acoge bajo su tupida ola un nuevo jardín, arreglado por Zorba el Joven con un primoroso piso de mosaico apenas recibido por la propia tierra suelta. El plúmbago pudo enderezarse y ya florea con entusiasmo. La ermita-invernadero, con sus fierros retorcidos debido a la caída del fuste de la magnolia, tiene otra vez la veladora encendida en honor y súplica a la Virgen, a todas las vírgenes.     

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“Pocos son los que pueden narrar una batalla. Los que mueren porque han callado y los que sobreviven porque en ellos el olvido afina sus dientes y todo lo devora. Una batalla es un girar vertiginoso de milanos. Es como un navío en desorden que revuelve las aguas y pierde el rumbo.” Álvaro Mutis. 

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Desde San Miguel el Grande, apellidado de peor manera como San Miguel de Allende. Mucho antes de llegar se divisa un caserío que bien pudiera ser apenas un fantasma. El camino da giros, se extravía, recupera el rumbo: he ahí la vieja estación de trenes con su flamante restauro. Luego, una cuesta y al final una casa de piedra acogedora. La noche es fresca y los empedrados resultan, hasta eso, amables al paso del peregrino.  Lo malo del pueblo es que desde hace mucho lo convirtieron en ciudad ersatz. Todo puede tener seis meses o trescientos años. Todo parece haber sido adulterado, modificado. No es posible distinguir un noble sillar de una vil tablarroca recubierta. Lo que contemplamos con agrado se vuelve, en una segunda lectura, una payasada de cartón piedra. 

Y, se teme, algo similar se produce en las mentes de los sanmiguelenses y los visitantes. Todo se vuelve una mezcla de anacronismos con solicitaciones del presente; el resultado es un estado de ánimo holgazán y pasalón, mediante el que estamos dispuestos a suspender el juicio y a aceptar todo el tiempo el gato por la liebre. El resultado es una grave deseducación estética. (Algo todavía peor sucede en Guanajuato.)

Si non e vero e bien trovato, parece ser la divisa de todos estos fabricantes de falsas nostalgias, de escenografías cachondonas y un poco rupestres. Se debería crear una especie de denominación de origen que lograra distinguir y acentuar las arquitecturas de a deveras, que las pusiera en valor y que señalara por omisión los ersatz, las falsificaciones y supercherías constructivas.

En este sentido se ha esmerado laboriosamente la ex horrorosa ciudad de León. A fuerza de una sensatez que ya dura más de veinte años seguidos, esa terrible mescolanza aderezada con raras perlas de fealdad se ha venido convirtiendo en una ciudad eficaz y hasta en ciertos rincones bonita. El arco legendario, y tan recordado en los lejanos viajes con los abuelos, recuperó su prestancia, y el león que lo corona es efectivamente el rey de esta urbe. Hay un transporte colectivo muy decente. Mención aparte merece el conjunto cultural denominado Foro Guanajuato o algo así. Es un vasto centro cultural cuyo plan maestro fue realizado nada menos que por Ioh Ming Pei, el llorado y celebérrimo arquitecto chino-gringo, autor, entre muchísimas cosas de relieve, de la pirámide del Louvre. Así que, sobre una disposición especial y urbana cuerda y sabia, los elementos del conjunto se asientan con propiedad. Hay una joya allí: la biblioteca, bellísima, que también Pei proyectó con una elegancia ejemplar.  

Qué contraste con el Centro Cultural Universitario de la Universidad de Guadalajara en Los Belenes (Villa Padilla). Allí, el plan maestro, originalmente encargado a un arquitecto de media tabla, Cesar Pelli, es totalmente ilegible. Mazacotes parecen haber sido puestos al ai se va, y la integración con el tejido urbano es prácticamente inexistente. Las piezas arquitectónicas encargadas (biblioteca, artes escénicas y no se sabe qué más) flotan o naufragan frente a la imponente –por fea- fachada de la muy subutilizada biblioteca pública de Jalisco. Existe una añeja y acendrada rivalidad entre León y Guadalajara en términos futbolísticos. En términos urbano-arquitectónicos contemporáneos León nos va ganando, y por goleada.   

Se trató, hace tal vez diez años, del que él, Pei, proyectara todo el desarrollo sobre la casa de Jorge Dipp, el rancho San Jorge, frente a Plaza México. Allí, la munificente Lorenza Dipp, hija de don Jorge, dio un gran banquete en honor del arquitecto del conjunto, Ioh Ming Pei. Estaban entonces incólumes los jardines en los que había decisivamente intervenido un tío de Lorenza: nada menos que Jesús Reyes Ferreira. Concretamente el tanque de natación y alrededores. No lejos del portal de cantera de cien metros de longitud, proveniente de la destrucción del Hospital Militar, fueron arregladas las mesas. Pei derrochó encanto, lucidez, buen humor. Y tenía entonces más allá de noventa años. Lástima, lo que resultó en la realidad no es malo, pero en manos de Pei hubiera sido un referente internacional.  

jpalomar@informador.com.mx

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