Jueves, 28 de Marzo 2024

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Diario de un espectador

Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Diario de un espectador

Atmosféricas. Con las primeras aguas el jardín adquiere fuerza y las frondas expanden sus dominios imperceptiblemente. Los pájaros, como animados por el reciente esplendor, trazan sus vuelos con gozosa precisión. El gato doméstico reconoce sus pasos y va y viene por los senderos que nada más él sabe. Tiempo de podas que aligeren el peso del temporal sobre los ramajes, y habrá que saber cuáles guías moderar, cuáles detener y cuáles otras que cuidar. Las calles, más quietas esta temporada, siguen entregando visiones que llegan de hace años. Recorridos sabidos desde entonces, arquitecturas que entregan su presencia ahora recobrada.

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La vuelta de los años. Ruedan en la memoria, a través de todos estos temporales, los días señalados para iniciar otros calendarios. Visiones de una laguna de un azul inolvidable, de jardines a su vera que progresaban rumbo al futuro. Las amables presencias duran a lo largo de las estaciones, que enseñaban con su ejemplo la paciencia y el coraje. Excursiones a lo largo de cerros gentiles, y las voces de júbilo que daban ritmo y sentido a la travesía. Toda una secuencia de escenas diversas, de parajes alegres y promisorios que llegan hasta estos días.

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Viajeros. Fue ya hace décadas y las caras sonrientes dan cuenta de trayectos de amistad y descubrimientos compartidos. Al fondo se adivina un paisaje que va variando con las luces que se alternan. Nada como los recorridos a través de otros lugares para devolver el gusto primigenio de lo inédito, de lo vagamente esperado. Miran hacia el frente los viajeros, y su talante cordial llega y saluda hasta estos días. Cada uno de ellos lleva sus particulares recuentos, las perspectivas que mejor se acordaron con su mirada. Recorren los amigos el venturoso camino de la marcha compartida, del entrevero de la felicidad, del tranquilo asombro que se devela a su paso. Esos y otros tantos trayectos recorren con humilde persistencia los senderos del recuerdo, las huellas rumbo al futuro.

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De Ciudadela, ese frondoso e inclasificable libro de Antoine de Saint-Exupéry, la traducción de un pasaje más que recordable:

“Utilizas tu pasado como de un paisaje flanqueado aquí de una montaña, allí de su río, y dispones con libertad las ciudades futuras, teniendo en cuenta lo que existe. Y si lo que es no lo fuera, inventarías ciudades de sueño que son fáciles, puesto que a los sueños nada se les resiste, pero, al mismo tiempo, qué fáciles, perdidas y disueltas en lo arbitrario. No te quejes de tu ubicación, que es ésta y ninguna otra, puesto que la virtud de una ubicación, de entrada, es serlo. Es así de mi palacio, de mis puertas, de mis muros.”

jpalomar@informador.com.mx
 

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