Miércoles, 24 de Abril 2024

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Desigualdad y pobreza

Por: Gabriela Aguilar

Desigualdad y pobreza

Desigualdad y pobreza

Desde hace días me ronda la cabeza esa imagen que no puede decodificarse a simple vista. Cuesta reconocer que esa foto muestra a una madre que carga el cadáver de su hijo en una bolsa de plástico. Cuesta describirla así, porque no es una villana que se volvió loca, ni una criminal que disfruta las mieles de la impunidad. Es una mujer a la que no le quedó de otra. Una imagen cruda y real de lo que significa la desigualdad en nuestro país.
 
Duele saber que nadie se ha pronunciado al respecto. La mamá del niño Miguel Ángel es una más en la lista de “los otros”: los invisibles. Esos que no tienen derecho a un sistema de salud que proteja a sus seres queridos. Ella, como muchos otros, sólo existe cuando alguien requiere su voto, pero después nada. 

Duele el corazón de pensar que alguien fue bueno para tomarle la foto: ida, cansada, con los restos de su niño en brazos, pero quizá no para ayudarle. Otra vez no le quedó de otra más que esperar un camión que la llevara cerca de sus familiares para darle a Miguel Ángel un entierro digno. Y así viven miles de personas en nuestro país, aunque nos parezca increíble. Aunque estemos contentos de vivir en burbujas que, por más que creamos modestas, siguen siendo privilegiadas en comparación.

Un informe del Banco Mundial del 2016 asegura que México es uno de los 10 países más desiguales del mundo. Somos la nación que acoge tanto a Carlos Slim, como al campesino sin nombre que no tiene qué comer. Los programas sociales no logran revertir esta situación, pero las promesas están a la orden del día. Quisiera saber dónde estaban todos esos políticos que usan a la gente como Miguel Ángel y su mamá para hacer discursos. Y no sólo ellos, porque una imagen tan dura como la que se ha difundido me hace querer saber dónde estábamos todos los demás también. 

Este es el México doloroso e injusto del que preferimos no hablar. Me pongo en el lugar de esta mamá, desesperada en un trayecto por intentar curar a su hijo de una complicación cardiaca. Imagino la impotencia de ver que el tiempo pasa y no queda de otra más que seguir esperando. 

Con tan solo imaginarlo produce angustia y coraje, porque no podemos seguir viviendo en el país en el que no queda de otra y en el que miles, o millones de personas están condenadas al olvido. Es necesario hacer eco para que esta situación no se vuelva parte de las anécdotas de unos cuantos. Es tiempo de que estos mexicanos se vuelvan reales para nuestros políticos y para todo el país. 

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