Sábado, 04 de Mayo 2024

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Debate y crisis del sistema de representación

Por: Rubén Martín

Debate y crisis del sistema de representación

Debate y crisis del sistema de representación

Los debates entre candidatos presidenciales suelen ser los momentos estelares de las campañas electorales en las que se disputan los principales puestos de representación del poder público. El reciente debate entre las y el aspirante a la Presidencia de la República no fue la excepción. Se generó cierta expectativa por verlo y por la calidad de la discusión que podría haber entre la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum Pardo, la abanderada opositora Xóchitl Gálvez Ruiz, y el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez. 

Tras el encuentro del domingo, ocurre lo que en la prensa se llama post-debate, que son los comentarios, supuestos sondeos, análisis y hasta especulaciones de quién ganó y quién perdió el debate. Otra parte de las reacciones tienen que ver con el formato. Para muchos no fue un formato que permitiera un encuentro más animado y que alentara justamente el diálogo y hasta la discusión entre los contendientes. Y finalmente, se establecen ciertas conclusiones sobre si los debates pueden realmente mover las encuestas o incluso definir una elección.

Más allá de estas reacciones previsibles, poco se pregunta sobre los debates y la calidad del sistema político liberal, hegemónico en el mundo occidental. El formato debate es un micro-cosmos de lo que es en conjunto el sistema liberal de democracia representativa. 

Un ejemplo. En los debates se espera que en apenas tres o cinco minutos una persona pueda desarrollar una explicación sobre un problema que aqueja al país, por ejemplo, salud, educación o medio ambiente. Y no sólo que explique el problema sino qué proponga cómo resolverlo. Además se espera que todo esto ocurra en un encuentro más determinado por los tiempos y formatos televisivos que para explicar y desarrollar temas complejos. Se dirá que para eso existen los foros, las mesas de expertos y el diseño de políticas públicas, y que en todo caso se pediría a los candidatos que sepan explicar con elocuencia los análisis y diseños de políticas que les escriban los expertos.

Eso nos lleva, creo, al núcleo de los límites que tiene el sistema liberal de democracia representativa, en términos de una genuina democracia. Se espera que una sola persona, que aspira a representar unipersonalmente todo un poder público, en este caso el Ejecutivo federal, sea capaz de saber y conocer y resolver los principales problemas de una sociedad. ¿De verdad una sola persona puede representar los intereses y necesidades de una nación de 128 de millones de habitantes? Humana y lógicamente es imposible.

Para completar mi alegato, comparo el debate presidencial con las formas colectivas en las que se debaten y toman decisiones en las asambleas de las comunidades indígenas. Para empezar participan todos, todos discuten y debaten, y al final se toman decisiones por mayoría y muchas veces por consenso. En los debates de las asambleas comunales no se pide a nadie que resuelva un problema colectivo completo en tres o cinco minutos. Se da el tiempo necesario para exponer, comprender, entender y resolver un problema colectivo. 

De ahí los problemas intrínsecos que tienen los debates en los sistemas políticos liberales de democracia representativa. Por eso siempre hay desencantados con los resultados de los debates en cada elección. Se les exige más de lo que pueden dar. Son encuentros llamativos para tratar de convencer al ciudadano-elector a optar por alguna de las marcas que ofrece el sistema liberal a través de los partidos. 

Si se mira de fondo, poco tiene de democrático un sistema que te ofrece elegir entre candidatos que tratan de explicar su programa de Gobierno en pocos minutos y cuyo candidato asume un poder que corresponde a una sociedad diversa y compleja que por lo demás no participa en la elaboración de los programas de Gobierno. Una democracia auténtica debería promover la participación de la mayoría en asambleas colectivas que elija delegados y no representantes para que respondan en todo el momento al mandato de la mayoría. Aunque todavía no encontremos una alternativa al actual sistema liberal, la crisis del actual sistema político es evidente. Como nos lo muestran los debates. 

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