Sábado, 04 de Mayo 2024

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Ahí vienen los Millennials

Por: Diego Petersen

Cuesta trabajo entender a una generación que es capaz de pagar 200 pesos por una bolsa de comida para perico, vulgares semillas de lo que sea, o que adereza sus ensaladas con comida para peces de acuario, un alga de sabor inmundo llamada espirulina. Es difícil conectar con una generación que divide los alimentemos en buenos y malos en lugar de sabrosos y asquerosos. 

Acepto la poca calidad moral que tiene mi generación, esa que inventó la orinoterapia, para juzgar lo que se llevan a la boca los Millennials, pero aun así, tengo que decir que mi principal diferencia con los jóvenes urbanos de clase media y media alta de esta generación es su obsesión por los súper alimentos, que estén más preocupados por lo que se meten a la boca que por lo que se meten en la cabeza: son capaces de consumir toneladas de información chatarra, pero rechazan una lechuga que no sea orgánica.

Una de las grandes y maravillosas sorpresas después del sismo ha sido la capacidad de los jóvenes Millennials de responder ante la emergencia. Demostraron no solo ser capaces de organizarse sino de dar una respuesta solidaria. Esos a los que, en virtud de nuestros propios prejuicios habíamos calificado de apáticos, indolentes, antisociales y toda una serie de etiquetas que solo reflejaban la frustración de los viejos de que los jóvenes no son como nosotros queremos que sean. Quizá lo más patético es justamente que sea la generación del 68, esos que hoy gritamos al unísono “2 de octubre no se olvida”, la que use los mismos términos para referirse a los jóvenes que los que usaron sus padres y abuelos contra ellos: apáticos, irresponsables, hedonistas.

El sismo activó políticamente a una generación que pensábamos era ajena a la cosa pública. La incógnita de muchos y preocupación de los candidatos y sus equipos es la influencia que tendrán de cara a la elección. Los jóvenes entre 18 y 30 años son mayoría en el padrón electoral. Aunque esto ha sido desde hace décadas así, por una cuestión de pirámide generacional, los jóvenes son tradicionalmente los más apáticos en las elecciones, quienes menos votan y quienes menos se entusiasman. Por supuesto que en cada generación han existido grandes excepciones, pero hasta ahora los menores de 30 no se han decidido a inclinar la balanza.

¿Qué pasaría si los jóvenes, movidos por los sismos, más allá de las diferencias de clase, deciden activarse políticamente?

¿Qué pasaría si los jóvenes, movidos por los sismos, más allá de las diferencias de clase, deciden activarse políticamente? Dicho de otra manera, ¿quién de los precandidatos actuales a la presidencia de la República tiene algo que decirle a esta generación, sean los ricos consumidores de espirulina o los pobres hambrientos de justicia? Me temo que ninguno. El discurso de Andrés Manuel está lleno de nostalgias por un pasado que a ellos ni siquiera les incumbe, y la generación de candidatos del Frente o del PRI, llámese Anaya, Zavala, Moreno Valle, Mancera, Meade, Chong o Nuño, son justamente quienes representan el fracaso de la política nacional de las últimas dos décadas. 

Ahí vienen los Millennials, pero nadie sabe para dónde van.

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