Martes, 07 de Mayo 2024
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Ah, qué los pronósticos

Por: Pablo Latapí

Ah, qué los pronósticos

Ah, qué los pronósticos

Hace algunos años a un pariente muy cercano y muy querido le detectaron cáncer.

La noticia fue devastadora, pero más que el hecho en sí del padecimiento, lo que nos aniquiló fue el pronóstico que hizo el médico; si bien nos iba, moriría irremediablemente antes de un año.

Y recuerdo, con un profundo agradecimiento, la aparición de una brillante psicóloga que me hizo una observación que a la distancia me parece de un valor incalculable. En el mundo de la ciencia, me dijo palabras más palabras menos, es bueno confiar en los diagnósticos, siglos de evolución permiten a los médicos llegar a ellos, pero en lo que se refiere a los pronósticos hay que tener muchas reservas, porque son innumerables los factores que habrán de intervenir en el proceso de la enfermedad alterando las expectativas: “Todavía pueden pasar muchas cosas”.

Y ese recuerdo viene a colación a propósito de los pronósticos que ha hecho una y otra vez el doctor López-Gatell, el hombre fuerte de Andrés Manuel López Obrador para atender la contingencia, ya que mientras ofrece un panorama más o menos completo de cuál es la situación de la pandemia a nivel nacional (aunque cada día hay más dudas sobre las cifras que maneja), también se ha equivocado una vez sí, y otra también, en sus pronósticos de los picos, las cimas, las curvas achatadas y todo lo que tiene que ver con el futuro de los contagios.

Es más, si en alguno de sus flancos se ha desgastado la figura de este médico que ha tenido más exposición pública que el propio presidente López Obrador, ha sido en la revisión de sus pronósticos, y más cuando recientemente él tuvo que salir a defender que nunca se había equivocado; a defender lo indefendible, dirían los abuelos.

Lo cierto es que todos esos pronósticos de López-Gatell (los de antes, los de ahora y los que vienen) hay que tomarlos con esas reservas; si algo sabemos sobre el futuro de la pandemia es que no sabemos nada. Navegamos en aguas de una incertidumbre total, y si algo ha demostrado el comportamiento de los números sobre contagios es que pueden cambiar en cualquier momento, para bien o para mal.

Resta cuidarse en lo personal (es responsabilidad individual, que fue algo claro desde un principio) y agradecer a todas las personas que se están cuidando a conciencia, porque es gracias a ellas (que estoy seguro son muchísimas) que si bien los contagios han alcanzado niveles dramáticos, no se ha vuelto la locura que pudo haber sido en un país tan particular cómo México.

Y por cierto, no sin algunas crisis y situaciones complicadas, nuestro querido pariente con cáncer vive. Está a nada de ser dado de alta porque en la evolución de su enfermedad, como diría aquella psicóloga, “han pasado muchas cosas”.

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