Viernes, 26 de Abril 2024

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* Penurias

Por: Jaime García Elías

* Penurias

* Penurias

“Ha entrado en el fútbol un mundo que no tiene nada que ver con el nuestro. Ya no sabemos de qué moriremos…”.

La frase es de Luis Suárez: no el uruguayo, sino el único español que ha ganado un Balón de Oro (en 1960: 27 años antes de que naciera su homólogo, el actual centro delantero del Barcelona). Surgió en el curso de una entrevista publicada ayer en “El País”, de Madrid, cuya lectura invita a pensar si algunas de sus reflexiones, que dejan traslucir un cierto dejo de amargura y pesimismo, no pudieran aplicarse a los casos de Guadalajara y Atlas…

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La entrevista alude, inicialmente, a que Inter y Milan -como otros grandes clubes de Inglaterra, Francia, etc.- son hoy propiedad de empresarios asiáticos. Suárez señala que “se pierden las raíces y la identidad” a raíz de la venta, en paquete, de dos equipos que fueron símbolo de la vieja potencia económica italiana. Agrega que los propietarios “vienen a hacer su negocio”… pero no les interesan ni el futbol ni los clubes.

Los aficionados, en ese entorno, siguen involucrándose con los equipos y yendo a los estadios, sobre todo en las buenas, “porque ven la camiseta”.... aunque, como buenos comerciantes, los dueños de los equipos ven a los aficionados como simples consumidores potenciales  a los que tratan de venderles desde las camisetas de los equipos a los que siguen sintiendo suyos, hasta los que comercializan otras de sus empresas.

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Cuando el Guadalajara, hace 16 años (cumplidos la semana pasada), y el Atlas, hace cinco (se cumplirán el mes próximo), cambiaron de manos, los dirigentes de los clubes que les dieron vida coincidieron: era una medida “dolorosa pero necesaria”; vendían la franquicia -un vocablo absolutamente mercantil-, decían, “con el dolor de quien vende un hijo”… pero también -se justificaban- en el entendido de que “era lo mejor para él”.

Los aficionados entendieron esa lógica: si los dirigentes moldeados a la usanza antigua (romántica, caduca, inoperante…), ponían los equipos -convertidos en patrimonio de un amplio sector de la sociedad-, con todo dolor de su corazón, en manos de personas capaces, supuestamente, de manejarlos con criterio moderno, pragmático, empresarial, el desenlace de la historia tendría que ser feliz para todos.

Lamentablemente, las cosas no siempre salen como se proyectan. (Díganlo, si no, las penurias actuales de rojiblancos y rojinegros…).
 

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