Viernes, 26 de Abril 2024

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* Otra oportunidad

Por: Jaime García Elías

* Otra oportunidad

* Otra oportunidad

No ha sido la marca de la casa. No lo ha sido desde que el Guadalajara salió de la jurisdicción del club -ya desaparecido, por cierto- en que nació hace más de un siglo, para convertirse (desde el 31 de octubre de 2002) en uno más de los negocios de un particular. En este ciclo, la filosofía resultadista -en concordancia, podrá decirse, con la lógica empresarial- ha imperado: “Ofreces números negros, te quedas; ofreces números rojos, te vas”.

De conformidad con esa lógica, es de suponerse que, como un milagro no ocurra en las dos últimas jornadas de la fase clasificatoria del Torneo de Clausura en curso -esta noche ante León, la semana próxima ante los “Tigres”-, Tomás Boy esté condenado a irse por donde llegó. El argumento será que se le contrató para intentar enderezar el barco en los últimos cuatro partidos del campeonato, y que, al no conseguirlo…, “cada mayate con su hebra”.

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En el entendido de que es imperativa una transformación radical del plantel y un replanteamiento de los objetivos a partir del próximo campeonato, porque el equipo, lastrado por un promedio deplorable, tendrá que librar una lucha adicional contra el fantasma del descenso, se comprende la intención expresa de sus dirigentes, de tomar medidas drásticas, revolucionarias o como quieran denominarlas. Se comprende asimismo que una de las primeras será designar al técnico que estará al frente del proyecto.

Y aunque no ha sido -valga la reiteración- la marca de la casa, quizá sería sensato que a Tomás Boy se le diera, en circunstancias muy diferentes a las que determinaron su sorpresiva contratación tras el cese de José Saturnino Cardozo y el breve interinato -de un solo partido- de Alberto Coyote, la consabida “otra oportunidad”.

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Boy, por una parte, se ha especializado en rescatar equipos que navegan al garete… pero nunca, en sus experiencias anteriores, tuvo un plazo tan corto para dar los resultados apetecidos. Por la otra, si tuvo el valor de entrar al quite, cuando era público y notorio que sus perspectivas de éxito eran casi nulas, convendría considerar, en términos de nobleza, que el “Jefe” merece, por su profesionalismo y por el compromiso que fue capaz de asumir en condiciones tan adversas, la oportunidad de iniciar un proyecto con perspectivas más amables y con plazos menos justos.

Sería, bien visto, un gesto de grandeza.
 

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