Jueves, 28 de Marzo 2024

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* Correctivos ejemplares

Por: Jaime García Elías

* Correctivos ejemplares

* Correctivos ejemplares

Aunque en fin de semana, según algún irreverente exégeta del Catecismo de Ripalda, “obliga el futbol y no se puede trabajar”, hay un asunto colateral al futbol propiamente dicho que sería pertinente rescatar, en parte para no dejar hilos sueltos, y en parte porque sería lamentable que los incidentes ocurridos en Monterrey hace dos semanas, horas antes del “Clásico” regiomontano, no tuvieran una secuela ejemplarizante y quedaran, sin más en el olvido…

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La noticia -difundida ayer- consiste en que las autoridades policiacas (la Fiscalía General del estado de Nuevo León, concretamente) reportaron la detención de un segundo protagonista de aquella gresca, ampliamente difundida por las redes sociales y los medios de comunicación.

A reserva de que videos, fotografías, testimonios y demás indicios de prueba permitan determinar la culpabilidad o la inocencia de los implicados, e idealmente identificar, aprehender y procesar a otros de los participantes en la zacapela que dejó gravemente herido y hasta la fecha mantiene hospitalizado a un simpatizante de los “Tigres”, vale destacar que la citada Fiscalía dispuso su detención para que el implicado responda, de probarse plenamente su culpabilidad, por el delito de homicidio calificado en grado de tentativa y en modalidad de pandilla.

No se trata, pues, de delitos ciertamente reprobables y punibles aunque relativamente leves, como pudiera ser la simple participación en una riña tumultuaria de las que antaño eran frecuentes y en la actualidad ya poco se dan en las tribunas -merced al cuidado que se ha tenido en disponer vigilancia policiaca proporcional a la asistencia de aficionados y a la rivalidad que puede suscitar un partido-, sino, en efecto, de delitos graves.

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Llegar, en el caso, hasta donde sea posible, a sancionar con varios años de cárcel a los protagonistas de incidentes como los que fueron noticia hace dos semanas, sería el correctivo más adecuado. Por esa vía se aplica a los rufianes travestidos de aficionados una sanción proporcional al daño que causaron, y se envía un mensaje de advertencia a quienes tuvieran, deliberadamente o en un momento de ofuscación, deseos de imitar esas conductas.

Si el desenlace del episodio fuera la aplicación de castigos tibios o la impunidad de los autores de la que fue una agresión  salvaje, rufianesca, encarnizada y cobarde, el terreno quedaría abonado para que esas conductas se reeditaran con frecuencia y con el menor pretexto… y aun sin pretexto alguno.
 

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