Jueves, 25 de Abril 2024

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-“Chuchín”

Por: Jaime García Elías

-“Chuchín”

-“Chuchín”

El padre Jesús (“Chuchín” para sus alumnos, que son legiones… y para sus amigos, que son muchedumbre) Gómez Fregoso, al recibir un reconocimiento -uno más- del Ayuntamiento de Guadalajara por lo que ha aportado a la ciudad -y a los tapatíos, sobre todo- como historiador, cronista, maestro, sacerdote (jesuita, para más señas) y ser humano excepcional, recordaba, el viernes pasado, que su padre le inculcó la idea de que en el mundo había dos categorías de personas: “los buenos”, que solían estar en el bando de la Iglesia, y “los malos”, a los que ordinariamente se ubicaba en las huestes del Gobierno. Recibir un reconocimiento de manos de un gobernante -el alcalde interino, Enrique Ibarra Pedroza-, en un edificio del Gobierno, en presencia de muchos que son o han sido funcionarios gubernamentales, probablemente -dijo el homenajeado- habría incomodado a su padre, si hubiera vivido para verlo… pero seguramente lo habría hecho feliz, viendo que él, “Chuchín”, a sus 85 años, también lo es.

-II-

El reconocimiento, como suele suceder, honra más a quienes decidieron otorgarlo que a quien fue objeto del mismo. El padre “Chuchín”, dentro de su bondad, su educación exquisita y su modestia, seguramente tuvo que disimular varios conatos de rubor al escuchar la glosa de su vida y los discursos -el del rector de la Universidad de Guadalajara, de la que, ya jubilado, sigue siendo catedrático en activo, y el del propio alcalde Ibarra Pedroza- en que se encomió, sumariamente, la huella de su paso por la ciudad de la que, sin ser nativo, es, ya, uno de sus hijos predilectos. Aunque lamenta que la “Guadalajara tapatía -la expresión es suya- hace mucho tiempo desapareció”; aunque probablemente intuye que sus palabras caen en tierra estéril cuando pide “que los jóvenes de hoy amen a Guadalajara”, que hagan el esfuerzo por rehacerla “como era antes”, seguramente sabe también que de su parte no ha quedado para impedir que la destrucción de la ciudad y el deterioro de los valores que caracterizaron a sus hijos -el respeto y el afán por ser útiles a sus semejantes; el amor cristiano en la más pura de sus expresiones, en una palabra- sean mayores.
-III-

Sus palabras -en el aula, en el presbiterio, en los innumerables corrillos de amigos en que ha participado- pero, sobre todo, su ejemplo, han sido un don de Dios para quienes han tenido el privilegio de conocerlo.

¡Ad multos annos, Padre “Chuchín”…!
 

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