Jueves, 25 de Abril 2024

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* Chivos expiatorios

Por: Jaime García Elías

* Chivos expiatorios

* Chivos expiatorios

Se advirtió en su momento: una cosa era cruzar los dedos y encender veladoras para que el portento perdurara, cuando Atlas y Guadalajara sumaban victorias y ocupaban lugares de privilegio en la tabla de posiciones... y otra muy diferente echar a vuelo las campanas.

Eran los albores del Torneo de Clausura, y a esas alturas de la película era ingenuo -para decirlo amablemente- dar por hecho que todo lo que relumbra es oro.

El tiempo ha puesto las cosas en el lugar que les corresponde. Y aunque el veredicto definitivo aún está pendiente -están por disputarse 18 puntos en la fase preliminar del campeonato-, la maldita realidad es que el Atlas lleva seis derrotas consecutivas y el Guadalajara cuatro fechas sin victoria (un empate y tres derrotas); ambos, hoy por hoy, deambulan en el limbo, con más pena que gloria, como fantasmas, fuera de la llamada “zona de calificación”.

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Ángel Hoyos, destituido ya con los rojinegros, y José Saturnino Cardozo, abucheado por la “vox populi” de filiación rojiblanca durante el partido y tras la derrota del sábado ante el América, fueron investidos ya con el sambenito de “chivos expiatorios”…

Lógico, si se repara en que es más fácil pensar con el hígado que con la cabeza, y que en este negocio, cuando los resultados no se dan en consonancia con los buenos deseos, es más fácil buscar culpables que encontrar razones.

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Destituir al técnico es el recurso más socorrido en estos casos. Recurso nada novedoso, por lo demás, si se repara en que Pilatos instauró una práctica que se volvería proverbial: convalidar, lavándose las manos, el clamor de la turba vociferante que exigía la crucifixión de un justo.

El recurso, por lo demás, es útil en la medida en que, al desahogar la ira de “el respetable” -según San Lucas-, libera la presión que genera un fenómeno socialmente inaceptable… aunque lógicamente comprensible.

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Por lo demás, ni la buena memoria ni el raciocinio suelen ser virtudes que caractericen a las multitudes. Basta reparar, para demostrarlo, en que quienes ahora suspiran por los títulos conseguidos en la “era” de Matías Almeyda, también se pronunciaron, a grito pelado, por su cese, cuando al equipo se le acabó la cuerda, porque prefirieron entender que a la varita de virtud del técnico argentino se le había acabado la magia.

“Nada nuevo bajo el Sol”, pues…

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