Lunes, 29 de Abril 2024

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La obra como espejo de la experiencia

Una mirada a la concepción del arte y personalidad de Fernando González Gortázar

Por: El Informador

La Torre de los Cubos, obra creada en 1972 por Fernando González Gortázar. EL INFORMADOR/ A. Navarro

La Torre de los Cubos, obra creada en 1972 por Fernando González Gortázar. EL INFORMADOR/ A. Navarro

Fernando González Gortázar dejó su impronta artística en diversos puntos de la metrópoli. EL INFORMADOR/Archivo

Fernando González Gortázar dejó su impronta artística en diversos puntos de la metrópoli. EL INFORMADOR/Archivo

La Gran Puerta. ESPECIAL

La Gran Puerta. ESPECIAL

Plaza Fuente. ESPECIAL

Plaza Fuente. ESPECIAL

Plaza en parque González Gallo. ESPECIAL

Plaza en parque González Gallo. ESPECIAL

Fuente del Federalismo. ESPECIAL

Fuente del Federalismo. ESPECIAL

Fuente de la Hermana Agua. ESPECIAL

Fuente de la Hermana Agua. ESPECIAL

El arquitecto Álvaro Morales trabajó una década con González Gortázar, y en entrevista con EL INFORMADOR afirma que “hablar de Fernando como arquitecto es reducirlo a su mínima expresión”, pues fue “un hombre de muchísimas facetas: fue escultor, experto en música popular mexicana, en botánica (de los mayores conocedores de cactáceas y suculentas)”, comparte.

Durante el tiempo que convivieron, relata el arquitecto, “primero fui su dibujante, luego colaborador y, con los años, nos convertimos en grandes amigos”. Agrega que fue un hombre de gran cultura, “estar sentado con él, bebiendo un tequila, era como una cátedra; pero no, decir eso suena como aburrido, más bien era una experiencia donde platicabas e intercambiabas experiencias. ¿Qué me llamó la atención de él? Su enorme inteligencia fuera de lo normal y su humor, que era negro, ácido, cínico”.

Señala que cuando estaban juntos —en buena medida inducidos por él— hacían “juegos verbales”.

Además, el arquitecto Morales comparte que hace tiempo escribió un texto sobre González Gortázar titulado “La irreverencia creativa”, y eso —sostiene— “lo define”, porque era irreverente, “con todo, con el poder, la cultura, la arquitectura, la escultura. Hay cosas que consideraba sagradas (pero no tienen qué ver con ninguna religión), pero lo marcaba la irreverencia. Y como arquitecto, lo distingue; su arquitectura es sin antecedentes, sin precedentes, como si saliera un poco de la nada, no hay cosas que se le parezcan (sobre todo la última parte de su trabajo)”.

Agrega que fue “irreverente con las normas y cánones, con la estructuras y proporciones”, y comparte que González Gortázar manejó “su propio lenguaje, lo que hace que su obra sea única, muy atractiva y a la vez muy pensada; trabajé con él y su labor es de una reflexión muy profunda, no hay nada azaroso o arbitrario”.

Delineó la urbe

La geografía de Guadalajara está marcada por puntos de orientación visual y, entre ellos, abundan las obras de González Gortázar, y eso no lo consigue cualquier profesional; explica Morales, “sí, y esto lo platiqué con Fernando: uno trabaja desde sus obsesiones, hay una frase muy bella de él que dice: ‘todo lo que hacemos es autorretrato, lo demás, es plagio’. Esto es, siempre que realizamos algo, lo que hacemos es retratarnos a nosotros mismos. Por eso es importante, decía él, conocer nuestras obsesiones, pasiones, locuras, desequilibrios y patologías, para desde ahí trabajar. Si no se reconocen, uno se hace tonto solo, se suple de manera artificiosa”.

En este sentido, la personalidad de González Gortázar le recuerda a Morales a un personaje de la novela “El hombre inquieto”, de Henning Mankell, “eso lo definía. Me tocó que viajáramos juntos a muchos sitios, y su inquietud era increíble: todo le llamaba la atención, todo le emocionaba, lo trastornaba”.

Señala que a sus 79 años nunca perdió la frescura de los niños: “Hay una frase bonita que decía: ‘tenemos de genios lo que conservamos de niños’”; y, desde su punto de vista, Fernando, a veces, era un niño. “Y creo que parte de la frescura de su obra es que no perdió la de la infancia”.

Otro detalle en el que abunda Morales es el humor esencial que caracterizó a González Gortázar, un rasgo que es “de un cinismo impresionante; y es que siempre dijo que la vida sin humor no tiene sentido… Esto, para mí, es algo virtuoso; otros pueden ser planos o aburridos, su humor era rebuscado y muy inteligente, y por eso es de sus grandes virtudes”.

También, destacó la generosidad del arquitecto, pues fue un “hombre generoso con su conocimiento y su tiempo; cuando empezaba a trabajar con él e iba a revisar planos, eran quince minutos de labor y las siguientes tres horas eran de charla, donde compartía sus vivencias y conocimientos”.

Todas estas características de la persona, asevera Morales, se pueden adjudicar a la obra de González Gortázar, “es que Fernando está presente en cada una de sus obras, no es difícil apreciarlo cuando lo conoces; además, en las diferentes etapas de su trabajo se miran las distintas etapas de su vida. Su obra es muy coherente con su persona; y eso no es fácil, porque normalmente los arquitectos buscan que su obra sea una cosa y su personalidad es muy diferente, y aquí la congruencia de Fernando es valiosa”.

Ajeno a la impostación de cualquier tipo, González Gortázar siempre —enfatiza Morales— fue “muy franco, muy de decir lo que piensa, lo cual a veces lo metió en líos; a veces la gente no sabe recibir esas opiniones y se siente ofendida”.

Para saber
Obras insignia de Fernando González Gortázar

El arquitecto, escultor y escritor mexicano, Fernando González Gortázar ha dejado un legado invaluable a México y otras ciudades del mundo. Tiene obra escultórica insignia que le ha dado identidad a Jalisco y otras metrópolis a través de monumentos que son punto de referencia, apreciación y orgullo.

Pieza de Fernando González Gortázar titulada “El resplandor”; fue expuesta en el MUSA. EL INFORMADOR

A continuación, enlistamos algunas de sus obras más destacadas:

  • La Casa González Silva (1980). Guadalajara,  Jalisco.
  • Las Banderas.  (1991). San Pedro Garza García, Nuevo León.
  • El Museo del Pueblo Maya (1993). Mérida,  Yucatán.
  • El Centro de Seguridad Pública (1993). Guadalajara, Jalisco.
  • El Centro Universitario de Los Altos de la Universidad de Guadalajara (1993). Tepatitlán de Morelos, Jalisco.
  • El Museo Chiapas de Ciencia y Tecnología (2005). Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
  • El Emblema de San Pedro (Centro Cultural Fátima y monumento Las Banderas, 2011). San Pedro Garza García, Nuevo León.
  • La Fuente de las Escaleras. Madrid, España.
  • El Árbol de El Escorial. Madrid, España.
  • La Columna Dislocada (1989). En el Hakone Open-Air Museum, en Japón.
  • La Gran Puerta. Guadalajara, Jalisco.
  • Los Cubos. Guadalajara, Jalisco.
  • La Fuente de la Hermana Agua. Guadalajara,  Jalisco.
  • El ingreso al Parque González Gallo. Guadalajara, Jalisco.
  • La Plaza Fuente. Guadalajara, Jalisco.
     

CT 

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