¿Y el Yunque?
La sociedad contemporánea es un estira y afloja entre agendas de todo tipo que quieren obtener la supremacía, no sólo el reconocimiento y el apoyo a sus causas. Pero, además, la casi totalidad de movimientos sociales identificados con agendas específicas suelen caminar por la sinuosa vía de la anarquía, apelando a la democracia para hacer valer sus propios derechos y olvidándola cuando se trata de reconocer los derechos de los demás.
Tenemos agendas que miran por la defensa de los animales, por la erradicación del humo del tabaco, no el de la marihuana, por los derechos de la mujer, por la supresión del “patriarcado”, por el derecho al aborto, por los derechos LGBTQ+, por la superación de la corrupción, y un largo etcétera, justo porque vivimos en una sociedad plural, y porque la genuina democracia no es la imposición de la mayoría sobre la minoría, que sí rige en la cuenta de los votos, sino el reconocimiento al derecho de cada integrante de la sociedad a vivir, pensar y actuar a su manera, sin que haya leyes que se lo impidan, a menos que se vaya en detrimento de terceros.
Pero si hay todas estas agendas, ¿tienen derecho a existir otras propuestas que busquen otro tipo de fines, o que incluso contradigan a muchas de las agendas más en boga? Desde luego que sí, a menos que la democracia y sus derechos solamente sean para tales o cuales grupos, lo cual sería un contrasentido. Lo que toca a la autoridad, cuando ésta existe, es regular los derechos de todos y las propias manifestaciones de cada grupo, para que no acaben matándose unos con otros a la hora de enfrentarse, sobre todo en sociedades poco civilizadas, que con tanta facilidad hacen de la iconoclasia un derecho, como si la violencia, cambiándole de nombre, dejara de ser un grave delito, o si la grandeza de una causa justificara el uso de todo tipo de medios, lícitos e ilícitos.
Quienes se han asociado abierta o veladamente a un organismo entre real y mítico, llamado “Yunque”, defienden una agenda de derecha e incluso de extrema derecha, para lo cual, valga la repetición del término, tienen derecho, a menos que, al igual que otros defensores de otras agendas, acaben convirtiéndose en una secta secreta dispuesta a valerse de los medios más repugnantes para lograr los sublimes fines que dicen defender. Este tipo de derivas gusta de acciones ya de por sí cuestionables: infiltrarse, manipular conciencias, controlar conductas, chantajear, amenazar, usar y abusar del tráfico de influencias, buscar posiciones por medios sinuosos, difamar al oponente, etcétera.
No dudo de que en torno al Yunque se tejen leyendas oscuras, como tampoco es duda su actual empeño por infiltrarse en la política de muchas naciones en América y Europa a través de partidos afines; lo mismo pretenden hacer en el campo de la educación, sobre todo privada, logrando ya alguna presencia en organismos tan importantes como la ODUCAL o la FIUC. Esta última tendrá próximamente en Guadalajara su asamblea internacional; ya veremos con qué resultados a la luz de este ambiente tenso y jalonado. Reitero el derecho de todas las personas y grupos a organizarse en defensa de sus propios ideales, principios y valores, pero los medios que se empleen honrarán o deshonrarán sus luchas y esfuerzos.