Ideas

Vida, y muerte, antes y después del grito

Dan ganas de ser poeta, como de repente dan ganas de ser futbolista, o presidente de la República (con todo y el desprestigio que ahora viene aparejado con el cargo). Ser poeta y unirse a otros, a otras para compartir esa emoción que es el país de uno, a la manera gozosa y orgullosa de: “Patria: tu superficie es el maíz, tus minas el palacio del Rey de Oros, y tu cielo, las garzas en desliz, y el relámpago verde de los loros”. En otro tiempo, con el gozo y el orgullo expresados de manera diferente, concreción brutal de una traición reflexionada y de inmediato desmentida: “No amo a mi patria. Su fulgor abstracto me es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques, desiertos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos”. A partir de otro divisadero: “Llegar, partir, quedarse entre el olvido y el recuerdo. Así no se navega: siempre es el horizonte, no la patria lo que se extingue al paso.”iv O con el orgullo en suspenso, el gozo también: “Oh Patria helada, se levantan tus hijos como hierba entre las cuencas de tus ojos, caen tus hijos como soldaditos de juguetería Patría, recorren tus plazas, tus calles, tus pueblos, asesinos de niños, de niñas, de jóvenes, oh, Patria mía ¿a quién le importa, qué le importa a quién?”.

Dan ganas de ser dictador, como de repente dan ganas de ser policía, juez y verdugo, al mismo tiempo, para extinguir a los criminales sin el debido proceso, pero sí con ansia por la debida justicia, o lo que es lo mismo: presidente de la república (con todo y el desprestigio que viene aparejado con el cargo) al cabo cada día, y no es una fórmula retórica: cada día ser presidente, también presidenta, es más parecido a ser dictador. Ser dictador para prohibir terminantemente hablar y usar las redes sociales, a quien sea cuyo trabajo sea consecuencia de un proceso electoral (algún provecho obtendríamos de la malhadada reforma al Poder Judicial): cadena perpetua para aquel o aquella, electa por la voluntad popular, que necesite avalar sus acciones y sus inacciones con discursos, declaraciones, con mensajes en las redes sociales o que simplemente responda preguntas de la prensa. Si sus obras, si sus hechos no son evidentes ¿para qué hablar? ¿O qué es más potente? Calles sin baches, tardes lluviosas sin inundaciones, medicinas para los enfermos, la seguridad de que nadie desparecerá porque a alguien más se le ocurrió desparecerlo y la extorsión y el homicidio en calidad de anomalías muy esporádicas, o la ristra de banalidades: escenificación anual del drama “rendición de cuentas”, la acumulación de mañaneras y la exposición fútil en las redes sociales.

Que se callen y que las niñas y los niños, la gente cualquiera, toda, nomás por mencionar alguna: las maestras, los vendedores ambulantes de banderitas, las y los poetas, los albañiles, se sepan, sin saberlo, dueños del habla que enlaza la verdad de su realidad cotidiana con la de los demás, sin la mediación -fallida- de quienes se erigen intérpretes exclusivos de lo que pasó, de lo que pasa, de lo que no pasa y de lo que, aseguran, gracias a ellas y a ellos, pasará, a pesar de que nunca pase. Que se callen, que la estimación del rumbo de la patria y de eso que hablamos y hablaremos corra a cargo, sin anuncios, sin grandilocuencia, de los decires colectivos que se complementan con los escuchares asimismo colectivos (de los que tramposamente prescinden todas esos que sería bueno se callaran): “Tengo mi espalda. Mis lágrimas. Mi martillo. No tengo justicia. Póngase en su sitio: Villas de Salvárcar, ahí donde mataron a mis dos hijos. Usted no es mi amigo, ésta es la mano que no le doy, póngase, Señor Presidente en su lugar, le doy mi espalda / mi sed, le doy, mi calosfrío ignoto, mi remordida ternura, mis fúlgidas aves, mis muertos”.

Y que las niñas y los niños, la gente cualquiera, toda, nomás por mencionar alguna: los campesinos, los empresarios, los deportistas, los estudiantes, cada cual, a su manera, como pueda, si quiere y para el fin que se le pegue la gana, se dé a gritar la noche del 15 de septiembre lo que sea que valga por un tonante ¡viva México! Una muestra: “País en un soplo de voz, en un múltiple soplo de voces, de abiertas bocas y metales que avanzan. País levantándose cada amanecer en la punta de su lengua, levantándose en lenguas de agave, en rabiosa floración, como mariposa el fuego. País de la ruta narcótica, del tejemaneje hipnótico, de la amapola enamorada. Flor de la pasión, ilumínalo”.

Dan ganas de parafrasear al clásico: elegidos por el pueblo ¡callad de una vez! Como de repente dan ganas de que entendieran, tanto como discursean, de qué trata México, parte a parte, persona por persona.

agustino20@gmail.com

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