Ideas

“Vida en Nueva York” (Parte III)

Ya les di un ejemplo de la importancia de la belleza -decía Bernardo a cualquiera que quisiera escucharlo-, denme ustedes -los espetaba- un ejemplo de personajes de ese tiempo importantes por otra causa que sea equivalente a la belleza. Para esperar respuesta se ponía en posición de flor de loto, pelando los ojos en lo que él creía era mirada profunda, mientras lo hacía mantenía una sonrisa inexplicable. Después de algunos minutos en que nadie le contestaba, probablemente porque pensaban que estaba loco, él insistía cuestionando: dígame un político de importancia de esa época, lo que ciertamente era una pregunta capciosa porque es sabido que los políticos siempre han sido intrascendentes. Díganme un actor, un rico, un héroe deportivo, un abogado, un contador o un vendedor de seguros cuya memoria sea trascendente. Nadie los recuerda.

Desde luego que si los hubiera habido, el tío no lo hubiera sabido y para él hubiera sido suficiente, pues él creía que lo que él no sabía no existía y con eso daba por zanjada la discusión y se retiraba muy orondo, orgulloso de su capacidad de argumentación, que por otra parte él era el único que alegaba. Eran triunfos efímeros ya que cuando se quedaba solo le daban unas depresiones tremendas, se sentía más abandonado que un funcionario del periodo de gobierno anterior y entonces lloraba como si fuera un diluvio y enfadaba a los vendedores de hot-dogs con sus quejas.

Lo que sí es que Bernardo era muy, pero muy holgazán. Era tan perezoso que alguna vez que quiso fundar una familia, decidió buscar a una mujer que ya tuviera hijos o una que estuviera embarazada. Desde luego que nadie le hizo caso porque la propuesta también incluía que lo mantuvieran y como nadie quiso, no sin mucho pesar porque el trabajo lo aterraba, decidió jugar su última carta que era buscar a un paisano en Nueva York.

La llegada a una ciudad tiene mucho de tensionante, todo resulta extraño, sobre todo si la gente no entiende lo que tú dices. El tío recordó que Pedro Martín, que era de Paredones, muy cerca de su tierra, vivía en esa gran urbe, de manera que se lanzó a buscarlo, ya que es siempre sabido que los paisanos acogen a los recién llegados. Supuso que Pedrito ahí se llamaría Pete Martin; así, preguntó y preguntó y nadie supo darle razón. Es increíble lo que cambia la vida en las diferentes ciudades: en Nueva York buscando y rebuscando no hallas a nadie aunque lo intentes, en tanto que en Arandas preguntas por señas, sin saber el nombre de quien buscas y en menos de una hora ya llegaste a la casa, y si eres su amigo estarás tomándote un tequila con botana, si es que se compadecen y te invitan, pero de que encuentras la casa que buscas, la encuentras. Y allá el tío Bernardo se quedó sin localizar la casa de su paisano.

@enrigue_zuloaga

Temas

Sigue navegando