Ideas

*Saber Escuchar

Alfredo DiStéfano solía dar un consejo a los antiguos futbolistas -sus colegas- que decidían abrazar la faceta de directores técnicos y le pedían orientación sobre el salario que deberían cobrar.
- Piensa en una cantidad que te permita vivir desahogadamente y hacer ahorros para las temporadas en que te quedes sin empleo… y cobra cuatro veces más.

- ¿Cuatro veces más…?
- Sí: una por entrenar al equipo; otra por soportar a los directivos; otra por soportar a los aficionados (especialmente después de las derrotas)…, y otra por soportar a la prensa.

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No se sabe -nunca se sabrá, de hecho- si, al recibir la propuesta del Guadalajara para entrar al relevo de Matías Almeyda, José Saturnino Cardozo aplicó un criterio similar al que recomendaba DiStéfano…
Lo cierto es que al expresar que está atento y abierto a las críticas, el que fuera depredador del área como atacante del Toluca en sus mejores años como futbolista, denota un equilibrio mental y una sensatez encomiables. Lo primero -el equilibrio mental- para ver en el crítico -en algunos críticos, al menos- un potencial aliado que puede ayudarle a ver aspectos del desempeño de su equipo que es pertinente tomar en cuenta, y no necesariamente un enemigo obsesionado en perjudicarlo. Y lo segundo -la sensatez- porque entre los críticos, lo mismo si fueron jugadores profesionales o no, hay muchos que saben ver los puntos finos del deporte, los expresan con claridad y eventualmente reparan en aspectos que el entrenador no percibe porque su misma función le impide tener la distancia adecuada para ello: aquello que se sintetiza en la conseja de que “los árboles impiden ver el bosque”.

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Vale subrayar lo de “lo mismo si fueron jugadores profesionales o no”, porque con los críticos aplica lo mismo que con los entrenadores. Es fundamental que unos y otros hayan jugado… pero no necesariamente los que fueron futbolistas sobresalientes llegan a serlo también en las otras facetas. El propio DiStéfano -como Pelé, Maradona y varios más- no alcanzaron como mentores el nivel que llegaron a tener como jugadores.
Jugar, especialmente en el caso de los “cracks”, es intuitivo; orientar a otros sobre cómo jugar implica una serie de fundamentos teóricos y de conocimientos de otras disciplinas -sicología, medicina, etc.- que no todos adquieren; además, claro, del carisma que marca, a la larga, la principal diferencia entre los grandes entrenadores y los del montón.
 

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