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Roca Rey, con dos toros inválidos

MADRID.- Corrida de “no hay billetes”. Llegamos a la Plaza de Las Ventas bajo un cielo gris que amenazaba, como gris fue la corrida de Jandilla, con toros inválidos, mansos y sin transmisión alguna. Salvo el primero que algo mostró, y el quinto que tocó lidiar a Sebastián Castella, el resto de la corrida fue, por decir lo menos, impresentable para la Plaza más importante del mundo.

Luego de pagar los cojines, cuyo alquiler cuesta “1.20 más la voluntá”, nos sentamos a ver lo que esperábamos sería una gran corrida, por el cartel y por la expectativa de ver de nuevo a Castella y Roca Rey compitiendo en el ruedo. Pero hay tardes en que los toros todo lo echan a perder.

Los tres toreros hicieron la señal de la cruz sobre el albero, con sus zapatillas. El cielo abrió un poco y entró el sol a bañar con su luz a los del Tendido 7. A ver si así se calmaban. Pero fue tarde de muchos reclamos, y con razón.

Juan José Padilla recibió una ovación antes de lidiar a su primer toro, en su despedida de esta Plaza de Toros. Elegante y gallardo, montera en mano, agradeció a todo el público la muestra afectuosa. Le puso las banderillas a sus dos toros, incluyendo las de la suerte “al violín”, pero con la muleta en las dos faenas todo fue pases y más pases sin que los toros le embistieran, sin transmisión, sin emoción. A los dos los tuvo que descabellar, y el segundo le perdonó la vida al no haberlo cogido contra las tablas.

Sebastián Castella comprendió que su primer toro no servía para esto, pues era débil y lo mató, para su mala fortuna, con artero bajonazo que le mereció una rechifla. Con el segundo toro de su lote, que fue el quinto de la tarde, el único que podría decirse que reunía condiciones de tipo y nobleza para la lidia, fue citado por el diestro desde los medios, arrancándose el toro a buen galope para pegarle tres derechazos y un pase de pecho. Le daba aire y distancia, para luego cuajar otra tanda de derechazos, sacando de las bocas los primeros ¡olés! Se puso entre los pitones, aguantó una eternidad, miró a los tendidos e hizo al toro pasar. La faena estaba hecha y la culminó con una dosantina que emocionó. Mató con gran estocada y, a pesar de los reclamos de los del Tendido 7, obtuvo una oreja.

Andrés Roca Rey necesita de toros de verdad para mostrar su tauromaquia. Los dos de su lote debieron avergonzar al ganadero de Jandilla. Vergüenza y nada más. Con el primer toro, ni los estatuarios ni arriesgarse al pasárselo por la espalda pudieron emocionar, pues si el toro no transmite se congelan los tendidos. Y así ocurrió. Mató con gran estocada, cayendo el toro sin puntilla y sin gloria. Al segundo toro le buscó por todos lados, intentó gaoneras con el capote, estatuarios con la muleta, pegándose al toro que tiñó de rojo con su sangre el terno blanco inmaculado, pero el toro huía de la pelea, iba suelto y despistado, dando de brincos. Mucha voluntad del torero, poco toro para una lidia que, de ordinario, debería realizarse con toros que por lo menos embistieran y tuvieran transmisión. Mató con gran estocada también, sin puntilla, pero no le alzanzó para obtener la oreja deseada. Con toros así es imposible torear.
 

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