“Los pendienteros”
Tuvo que pedir licencia sin goce de sueldo, vender su carro para mantenerse en los próximos meses y evitar arriesgarse ante la crisis generada por el COVID-19. Es enfermera, padece asma y su esposo Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). No tenía muchas opciones.
El casillero de otra enfermera fue destruido junto con otros cientos que estaban en una zona de la planta baja del hospital, les dieron el ultimátum de sacar sus cosas el martes. Además, le informaron que ya no tendría un lugar en el estacionamiento porque éste fue ocupado desde el pasado miércoles por elementos de la Guardia Nacional (GN), quienes tienen la instrucción de crear un hospital móvil especializado. Ella piensa que es muy complicado trabajar como “burro de carga” entre los pisos de la clínica, con los objetos personales y además, exponerse a un robo tras dejar el carro en las calles de la colonia Oblatos de Guadalajara.
En la clínica 110 del IMSS la incertidumbre es parte de la jornada del personal médico y auxiliares, entre la ruda implementación de un protocolo de atención a pacientes con coronavirus y “la toma” de las instalaciones por parte de la policía nacional. Imágenes de la destrucción de los casilleros circularon por redes sociales, atribuían el hecho a la propia GN que trabaja también en la reconversión a sala de choque del sexto y séptimo piso.
Por momentos, parece tierra de todos y de nadie. Las últimas semanas han sido complejas, además de las agresiones en la calle, varios trabajadores presentaron sintomatología de infección respiratoria; un residente, por ejemplo, tuvo neumonía atípica “de origen a determinar”. ¿COVID-19? Quién sabe, porque no cuentan con las pruebas suficientes y hasta hace unos días alguien externo tenía que ir a realizarlas.
Dicho por ellos mismos, con una carga de lamento e ironía a la vez, el criterio operacional para los trabajadores de la salud es: si los ven “muy, muy, muy sospechosos”, los mandan 15 días a casa. Como ocurrió con el médico de base, enfermera e interno que atendieron al primer paciente que falleció en Jalisco en ese hospital debido a la pandemia el pasado 20 de marzo.
Y por si todo lo anterior no fuera suficiente, el retiro hace unos días de los internos de algunas universidades provocó más caos en la operación hospitalaria. Uno de ellos relata: “somos los más inexpertos, pero a la vez llevamos gran parte de la chin…, hacemos curaciones, bajamos a los pacientes a rayos x, tomamos muestras de orina o sangre, ponemos sondas, tenemos una relación muy cercana con el paciente, nos dicen ‘los pendienteros’ porque sacamos los pendientes que nos dejan los residentes, que a su vez reportan al médico de base”.
Los residentes junto con las y los enfermeros se quedaron ahora con gran parte de las responsabilidades. Si esto es solo la historia de quienes hacen posible la estructura laboral hospitalaria, la que debería tener toda la certeza y apoyo para realizar su trabajo en estos tiempos, imagínese la atención a pacientes.
Sí, lo peor está por venir.